Mis relatos medievales, leyenda y realidad.

Desde los picos calizos de la Subbética, a la fértil ribera del Guadalquivir, hay todo un mundo de leyendas, historias y recuerdos. Vivencias medievales, caballeros de capa y espada, bellas princesas y palacios encantados, mitad verdad, mitad fantasía. Yo te los iré contando, poco a poco, paso paso, como nació la cultura de ésta ciudad que fué y sigue siendo multicultural. Pronto tambien los podrás leer en italiano.

sábado, 23 de mayo de 2009

LA HORMIGA Y EL SALTAMONTES


Para Marcello en su tercer cumpleaños.
Había una vez una hormiga que se llamaba Ila y un saltamontes que se llamaba Fli, que se estaban peleando porque los dos querían llegar al otro lado del río, donde había un campo de trigo. La hormiga decía que ella llegaría antes cruzando por un túnel debajo de tierra, en un subterráneo muy grande, con muchos pasillos como si fuera un laberinto, y donde vivían muchas hormigas, y en un plis plas cogería los granos de trigo y se los llevaría a su despensa.
El saltamontes le decía que eso era muy entretenido, bajar por tantos túneles debajo de tierra que podía hasta perderse, y que él con sus alas saldría volando y llegaría antes, cogería el trigo y lo subiría a su casa.
-Eso que tú quieres hacer es imposible, estás muy gordo y no serás capaz de salir volando, y mucho menos cruzar por encima del agua porque al final te caerás y te darás un baño con el agua fría, ¡eso si no te ahogas!

-Que no, que no me ahogo, que yo voy volando muy alto, muy alto y en menos que canta un gallo estaré en lo alto de mi árbol, y me comeré los granos de trigo que están ricos, ricos y con muchas vitaminas, y tú no me podrás ver porque tú no puedes volar y no puedes cruzar el río porque tú si que te ahogarías.
-¡Eso que te lo crees tú! Yo puedo cruzar por debajo del río y no me mojaría, y llegaría a tu árbol antes que tú.
Le contestó la hormiga y así siguieron hablando y hablando sin ponerse de acuerdo, hasta que llegó un gorrión y empezó a dar saltitos a su alrededor y les preguntó porqué gritaban tanto.
-¿Qué os pasa que no hacéis más que gritar? Los vecinos se están quejando porque no los dejáis dormir.
La hormiga y el saltamontes quisieron explicar a la vez lo que les pasaba, y el gorrión no se enteraba de nada así que les dijo.
-¡Bueno, bueno, primero habla tú saltamontes y después habla tú hormiguita.

El saltamontes le explicó que quería cruzar al otro lado del río volando, porque había visto un campo donde había mucho trigo, y quería coger los granos para llenar su despensa, y la hormiga le explicó al gorrión que ella llegaría primero.
Así que el gorrión les propuso un trato.
-Vamos a ver hormiguita, tú dices que puedes cruzar al otro lado del río caminando por los túneles que tienes debajo de la tierra, y que no te mojarías y llegarías al campo de trigo antes que el saltamontes, y te llevarías el trigo.
-¡Claro que sí, llegaré antes que él!
-Vale, vale y tú saltamontes quieres salir volando y llegar antes que tu amiga la hormiga. –Dijo el gorrión.
El saltamontes movió sus alas y estiró sus largas patas.
-¡Yo saldré volando, cruzaré el río y llegaré antes que la hormiga!
-¡Vale yo daré la salida! Hormiguita tú iras por los túneles y tú saltamontes irás por el aire volando, quién llegue primero se quedará donde está el trigo hasta que llegue el otro, y después se repartirá a partes iguales entre los dos. ¿Vale? ¿Estáis de acuerdo?- Preguntó el gorrión.
La hormiga no estaba de acuerdo porque no quería compartir la comida con el saltamontes, pero le dio su palabra de que así lo haría.
-¡Si, si estamos de acuerdo! –Gritaron la hormiga y el saltamontes.
El gorrión dio un pitido muy fuerte dando la salida, y la hormiga salió corriendo y se perdió por la boca del túnel. El saltamontes batió sus alas y estirando sus patas dio un gran salto y se remontó en el aire volando, volando.
¿Quieres saber lo que les pasó? Pues la hormiga iba por el túnel cantando y llamando a sus amigas- Venid conmigo me han dicho que hay un campo de trigo en el otro lado del río- Así que muchas hormigas se fueron con ella, llegaron al otro lado del río y buscaron las espigas de trigo, que había muchas, las desgranaron y cada una cogió un grano para llevarlo a la despensa, sin esperar al saltamontes para repartir la comida..
¿Y el saltamontes por dónde iba? Pues estaba volando pero ya estaba muy cansado, hacía mucho viento y debajo de él estaba el río que llevaba mucho agua y muy fría.
-¡Úf, que cansado estoy, ya no puedo maaasss! ¡Socorro ayudadme que no me quiero ahogar!
Pero el saltamontes calló al agua, y durante un rato la corriente se lo llevó dándole un gran baño. El saltamontes estaba tiritando de frío, y al final se pudo agarrar a una rama que estaba en el agua, y muy despacito fue caminando hasta llegar a la orilla allí se tumbó al sol, y cuando se le quitó el frío fue dando saltos hasta que llegó junto al árbol donde estaba el trigo. Se subió a una rama y vio como un gran ejército de hormigas que dirigía su amiga, se estaban llevando todo el trigo. El saltamontes estaba muy triste porque la hormiga le había dicho que se llevaría solo la mitad, y lo había engañado porque ya casi no quedaba trigo, y encima el miedo que había pasado cuando se calló al agua.
La hormiga lo vió y subiendo rápido por el tronco hasta la rama se puso delante del saltamontes, y se reía mucho.
-¡Ji,ji,ji ya te lo dije que yo llegaría primero y tú te caerías al agua! ¡Mira que eres tonto! Mis amigas y yo te hemos dejado sin trigo, ji,ji,ji.
Pero el ser malo con los amigos no está bien, habían hecho un trato y la hormiga no lo había cumplido.
¿Te acuerdas del gorrión? Pues había estado volando y había visto lo que le había pasado al saltamontes, ahora estaba en lo alto de una rama, y miraba lo que estaban haciendo las hormigas. Se fue y regresó con una espiga en el pico que comenzó a desgranar dejando caer los granos de trigo al suelo.
Cuando la hormiga vio caer los granos empezó a llamar a sus amigas.
-¡Venid, venid que hay mucha comida, venid todas!
Y empezaron a salir muchas, muchas hormigas a coger los granos de trigo. El gorrión se bajó de la rama y hizo rodar una piedra hasta dejarla encima de la entrada del túnel hormiguero tapándolo, y cuando las hormigas llegaban cargadas fueron soltando todos los granos en el suelo hasta que hicieron un montón muy grande, después se juntaron todas e intentaron mover la piedra, pero era muy grande y no la pudieron mover, así que estaban muy cansadas y se tumbaron en el suelo.
El gorrión que era muy pillo bajó de la rama y se comió todo el montón de trigo, después empezó a comerse a todas las hormigas.
-Hormiguita si hubieses cumplido tu palabra de esperarte hasta que llegara el saltamontes y repartir el trigo hasta yo te habría ayudado a transportarlo, pero nos has engañado al saltamontes y a mí, así que ahora yo me como tu trigo, a ti y a todas tus amigas las hormigas.
El gorrión se dio un gran festín de trigo y hormigas, y ayudó al saltamontes a llenar su despensa de granos de trigo, y siempre fue su amigo. Y colorín colorado este cuento ha terminado.

viernes, 6 de marzo de 2009

El caciquismo en Andalucía.



Señoritos a caballo, ataviados con sombrero de ala ancha, buenos trajes y buenos botos de piel. Esta imagen era muy habitual hasta la década de los años sesenta-setenta en los campos andaluces: eran los caciques.
Señoritos a caballo, altivos, mirando a los demás desde lo alto, dueños de haciendas y de todo lo que en ellas había. Acostumbrados a cabalgar por sus propiedades en buenos caballos, delante de los cuales los campesinos se veían obligados a quitarse la gorra o el sombrero de paja a su paso, con gesto de sumisión.
Señoritos a caballo, para ellos el campesinado andaluz no valía nad; sólo valía los beneficios que le pudieran producir al cabo del día. Sus sentimientos, necesidades, aspiraciones, ¿realmente sentían o pensaban? A los señoritos eso les era indiferente; ellos eran los amos tenían dinero para comprar lo que se les antojara y lo que no, lo cogían. Así de simple.
Pero, ¿y los obreros, en qué situación estaban? En la más baja por supuesto. Trabajaban las horas que les pidieran y aceptaban el bajo salario, no saber mucho de cuentas ni de lectura, y estar bien con la Iglesia. Con eso bastaba para ser un buen trabajador y poder estar muchos años al servicio del dueño y señor.
Los campesinos estaban ahí para sacarles buenas cosechas, para que sus propiedades crecieran cada año y ellos se pudieran dar la gran vida: criados, juergas, buenas comidas, y ¿por qué no las mujeres o las hijas de esos campesinos? También las podían coger si estaban de buen ver, aunque solo fuera un capricho, pero no pasaba nada. Ellos en el casino y delante de sus amigos, alardeaban de sus conquistas con gesto chulesco, pero la joven que había tenido la fatalidad de ser seducida y engañada, tenía su vida truncada para siempre.
Así era el día a día en los campos andaluces, donde vivía buena parte de la población andaluza, en pequeñas casas o medianos cortijos y cortijadas. Sus habitantes eran gente humilde, jornaleros que no tenían nada mas que el jornal que echaban, los pocos animales que criaban y que la mayoría de las veces tenían que vender, para comprar otras cosas de primera necesidad. Eran explotados a cambio de un mísero jornal y subsistían gracias al trabajo de todos, incluidas mujeres y niños. Había algunos que vivían en casas de su propiedad. Estos ya eran unos privilegiados, aunque sus vienes fueran pocos, pero la gran mayoría vivían en cortijos pequeños distribuidos por las extensas propiedades: eran los caseros, porqueros, cabreros, muleros. Temporeros sobre todo en la recolección de la aceituna, que llegaban a tener hasta sesenta u ochenta personas viviendo en un cortijo en los meses que duraba la cosecha. Como mucho a los matrimonios les daban las habitaciones más pequeñas, pero los demás se dividían los hombres en una habitación y las mujeres en otra. Todos dormían en el suelo sobre colchones llenos de paja.
En algunas haciendas podían llegar a tener todo el año hasta cien jornaleros o más. Las mujeres eran las que trabajaban en la siega, la recogida de la aceituna, la vendimia, y la siembra. Como era normal el jornal de la mujer era el mismo que el del hombre en horas trabajadas, pero inferior en retribución. también los muchachos jóvenes cuando empezaban a trabajar, les pagaban los primeros jornales al mismo precio que las mujeres, hasta que cumplían los dieciséis años. Las mujeres no lo tenían nada fácil, o los trabajos agrícolas y ganaderos, o servir en las casas de los señores y estar las veinticuatro horas a su servicio, por un mísero jornal y muchas veces por un plato de comida y unas alpargatas
Todos los trabajadores pertenecían al cortijo grande, donde vivía el encargado y estaba el molino de aceite, el lagar o bodegas, las cuadras con varias yuntas de mulos y los caballos, la era donde se trillaba y limpiaban los cereales y el granero y el pajar donde tenía que quedar todo almacenado. Ahí crecieron muchos jóvenes, sin estudios, sin futuro.
El encargado, que a veces era tan déspota como su dueño, era el que velaba por los intereses de la gran hacienda, y tenía bastantes privilegios, había que hablarle de usted, y quitarse el sombrero con respeto y obediencia, porque bastaba con que le dijera a su amo que el obrero no cumplía con su trabajo, para que éste se quedara sin poder echar un jornal. Y el manijero, que también procuraba sacar sus beneficios, y del cual era mejor no fiarse. Pero también estaban los guardas forestales y la guardia civil, exclusivamente al servicio de la alta y mediana burguesía y de la Iglesia, y que a mas de un obrero le dio buenas palizas, por salir a cazar alguna pieza para que su familia pudiera comer algo mejor. Supongo que entre todos habría alguno que mereciera algo de respeto, no lo sé, pero no conocí a ninguno.
¿Y si había alguien que sabía cuales eran sus derechos? Porque los había por supuesto, y los reclamaban. Pero el trabajo se les terminaba, viéndose en la necesidad de ir de un lado a otro, o irse a otros lugares como le pasó a mi padre.
Un hombre con esposa y dos hijas que trabajaba en una hacienda, se enteró que le estaban pagando menos de lo que marcaba la ley, y se fue al sindicato vertical y pidió que le dieran las bases, vio que realmente le pagaban menos, y se lo dijo al encargado, se sintió muy bien porque había reclamado lo que por aquella ley le correspondía, hasta animó a otros compañeros a que reclamaran lo suyo, pero al día siguiente el mismo dueño lo llamó, ni siquiera lo llamó por su nombre, si no que lo llamó sabiondo, le dijo que “él necesitaba en su hacienda jornaleros para trabajar, no para que hicieran cuentas,” que se le había terminado el trabajo para él, y que “ya procuraría que no lo encontrara por los alrededores” Se vio obligado a irse a trabajar a Asturias, pero al cabo de un año volvió porque su familia se la dejó en Priego, y trabajó en otra propiedad. No eran mejores, pues en cierta ocasión uno de los hijos, con solo veinte años, le dijo que mientras los mulos descansaban a la sombra de un olivo, que cogiera la azada y cavara los pies de los olivos. También intentaron pagarle menos dinero, al terminar la cosecha de la aceituna que había cogido con su esposa y sus hijos, pero él sabía los kilos que se habían cosechado, dónde y que día porque en su pequeña libreta estaba todo anotado, le pagaron lo que había trabajado después de decirle que a lo mejor se había equivocado al echar las cuentas. Un buen día cansado de tantas injusticias, emigró a Cataluña buscando una vida mejor para él y los suyos.
Como él hubo muchos, cientos, miles que un día dejaron atrás familia, amigos y la tierra que los vio nacer, pero también se alejaron de esa estampa tan carazterística que los humilló.
Señoritos a caballo con sombrero de ala ancha. Esperemos que las generaciones futuras no los tengan que ver, y ahora en esta semana que celebramos el Día de Andalucía, pidamos todos que el campesinado andaluz, tenga o no tierras, tenga el respeto de toda la sociedad, la libertad de expresar sus ideas, un trabajo digno y un salario que le permita vivir y sobre todo que sus hijos puedan estudiar, que ahí es donde empieza la libertad.
Señoritos a caballo, ya solo es un recuerdo en nuestra memoria, pero que siga siendo un recuerdo aunque no se olvide.

Maria Aguilera.

domingo, 7 de diciembre de 2008

De la Subbética al valle

Córdoba que vives abrazada
por el río Guadalquivir
con un apasionado abrazo
como a una dulce enamorada.

El suave murmullo de tus aguas
que corre entre tarajes y alamedas
va acariciando tus murallas
llenándote de piropos
y diciéndote mil poemas


El sol te da los buenos días
y te cubre con sus rayos de calor
las flores te embriagan con su perfume
y en las ramas de los naranjos
te alegran con mil cantares
el jilguero y el ruiseñor.

Sierra Morena te vigila desde su atalaya
y te contempla dormida en la llanura
y las aguas cálidas del gran río
te relatan el fragor de mil batallas
y se pierden por el valle con un escalofrío.

Cruza los campos de verdes campiñas
castillos y torres almenadas
sinuosos arroyos de agua cristalina
verdes olivares en altozanos y cañadas.

Pueblos blancos de cal
recostados en la falda de la sierra
torreones y atalayas
entre riscos y tajos de calizas
le recuerdan a Córdoba sultana
que ellos fueron un día frontera
con las tierras de Granada.

La Cueva de la Dama Blanca

Había una vez un pastorcillo que estaba en la sierra, cuidando de su rebaño. Aquél día subió y subió por las empinadas veredas, hasta lo mas alto, había muchos tajos difíciles de escalar, solo algunas de sus cabras, subieron a los altos riscos. Desde allí se divisaba un amplio valle surcado por un río de verdes orillas, que tenía su nacimiento en medio de la sierra. Desde allí corría por el amplio valle, entre alamedas y zarzales, que habitaban gran cantidad de pajarillos. Muy lejos, a muchos kilómetros de allí, se divisaba una gran cordillera, con sus picos cubiertos de nieve, que resplandecían con los últimos rayos de sol. Al pastorcillo le fascinó aquél paisaje, su padre le había contado que a los pies de aquella sierra, había una gran ciudad, con palacios y castillos, y muchos colegios y una universidad, donde acudían jóvenes de otros lugares, para aprender medicina, geografía, matemáticas y.... el niño soñó con ser mayor para viajar a la bella ciudad y poder conocerla.
Se había sentado en lo alto de una gran piedra, que había delante de una cueva, a la que llamaban, la Cueva de la Dama Blanca. Nadie quería detenerse en aquel lugar, porque decían que estaba encantada y que había un fantasma. No se dio cuenta que se estaba haciendo de noche, el sol ya se había puesto por occidente, y la luna y el lucero gordo ya se veían en el firmamento. Pero él siguió contemplando el firmamento, observando como poco a poco, se iba llenando con miles de estrellas. Allí estaba la Vía Láctea, la Osa Mayor y la Luna. ¡Ah, si él pudiera algún día estudiar Astronomía! Conocer los nombres de todos aquellos puntitos brillantes, que tanto le gustaba contemplar, quizás algún día podría ir a aquella ciudad lejana y aprender aquellos nombres.
De pronto sintió un ruido a sus espaldas, se volvió y vio salir del interior de la cueva una luz blanca, como si fuera una nube, que se acercó muy, muy lentamente, hasta quedar a su lado.
_¡Eh! ¿Que clase de nube eres, que no estás allí arriba en el cielo? ¿Es que te has caído?
El niño no se había movido de dónde estaba, ni se asustó y miraba a la pequeña nube divertido. Pero cuando ésta le habló, si que dio un salto desde lo alto de la piedra, y se quedó mirándola con los ojos muy abiertos.
_¡Caspita! ¿Has hablado, o estoy soñando?
_No, no estás soñando, soy yo que te he hablado. ¿Qué haces aquí tan solo, ya es de noche, es que no tienes miedo?_Dijo la nube, con una vocecilla muy clara. _¿Cómo te llamas?
_Luis, ¿ y tú porqué hablas? ¡Eres una nube muy rara!
_Bueno es que en realidad no soy una nube, soy una princesa encantada.
_¡Anda, entonces es verdad, que la cueva está encantada! ¿Sabes que la gente se asusta, cuando pasa por delante de la cueva?
_Si, lo se, pero tú no te has asustado_ dijo la nube.
_¿Es verdad que eres una princesa encantada?_Preguntó Luis, tocando la casi transparente nube.
_Si, hace muchos, muchos años que vivo aquí. ¿quieres que te cuente mi historia, y porque estoy aquí?
_Si,_ le contestó el pastorcillo, subiendo otra vez a lo alto de la gran piedra.
_Verás, yo era la princesa heredera de un reino cristiano, y vivía en un castillo muy bonito. Cuando yo era muy pequeña, mi padre, el rey, firmó un tratado de paz con el rey vecino, que también tenía un hijo de mi edad, ambos acordaron que cuando fuésemos mayores, nos casaríamos y uniríamos los dos reinos, para formar uno solo, construiríamos ciudades con grandes murallas, para defendernos del enemigo.
Pero el rey murió en el campo de batalla, y su hijo el príncipe, subió al trono. Pronto empezó a cambiar todo, el joven rey era un avaro, hacía trabajar a sus súbditos, desde que amanecía, hasta el anochecer. ¡Hasta a los niños los hacía trabajar¡ Solo se preocupaba de recaudar los impuestos, a los campesinos que casi no les quedaba para comer.
Reclutó muchos soldados, y declaró la guerra a otros reinos donde reinaba la paz.
El reino de mi padre era muy pequeño, y mi padre no quería romper la alianza de paz, porque el nuevo rey lo arrasaría todo, y mi padre no quería causar ningún sufrimiento a sus súbditos. Pero él veía lo desgraciada que yo era, por tenerme que casar con aquél rey tan malvado. Un día llegó un joven príncipe, amigo de mi padre, que venía de un reino lejano, y mi padre le pidió que me llevara con él a su país, cuando pasaran unos días diría que yo había desaparecido, mandaría a sus soldados a buscarme, en dirección opuesta y yo ya estaría lejos. Salimos de noche, y cabalgamos varios días. El príncipe tenía una pequeña escolta y pasamos desapercibidos.
Cruzamos por un terreno, donde había muchas sierras, algunas muy altas, con torreones, desde donde los soldados vigilaban los caminos, El príncipe, me dijo que ya estábamos cruzando la frontera. Debía de ser muy bueno y generoso, con sus súbditos, porque todos los que se cruzaban con nosotros lo saludaban, y se alegraban de verlo. El se mostraba amable y cortés, sobre todo con los niños y los ancianos.
Cuando llegamos a ésta cima Alí que así se llamaba el príncipe, me dijo que al pie de aquellas sierras nevadas, que se ven muy lejos, estaba su palacio. Un palacio grande, con una alcazaba donde vivían muchos soldados, y la ciudad rodeada de murallas, y que allí estaría a salvo. Me habló de unos hermosos jardines, con muchas fuentes, que echaban el agua en multitud de surtidores. Jardines y huertos, donde crecían jazmines, rosas, naranjos, granados y limoneros, entre otras muchas flores. Yo no conocía nada igual y quería llegar pronto, para poder conocer aquél reino de ensueño.
Acampamos justo ahí abajo, y cuando nos disponíamos a dormir, nos asaltaron los soldados, que iban al mando del rey malvado. Alguien en el castillo traicionó a mi padre, y dio la noticia de que yo había salido sigilosamente para irme a otro país. Pronto salieron a todo galope, siguieron nuestra pista, hasta que nos alcanzaron en la sierra.
Todo sucedió muy rápido, el rey, me dijo que regresara con él y olvidaría lo ocurrido, yo le contesté que jamás iría con él. Entonces, intentó hacerme su prisionera, pero el príncipe, cogiendo su espada con firmeza, luchó con valentía, y en varias ocasiones estuvo a punto de derrotarle. Pero había muchos soldados, y nosotros éramos muy pocos, así que a una orden de su rey, tensaron sus arcos y una lluvia de flechas cayó sobre todos nosotros. Dieron muerte a la escolta, y el príncipe calló herido, corrí hacia él, y con voz muy débil, me dijo que siempre me esperaría en los jardines de su reino. El rey estaba tan furioso, que cogiéndome del brazo me ordenó que subiera al caballo.
_¡Nunca, nunca, jamás iré con vos! ¡Os odio y os desprecio!
_¡Bien, si no vienes te quedarás para siempre aquí¡ ¡En esa cueva nadie te encontrará!
Me llevó hasta la cueva, y mandó a sus hombres que tapiaran la entrada con grandes piedras. Escuché como invocaba a sus espíritus, y lanzaba un conjuro.
_¡Permanecerás por siempre en el interior de la cueva! ¡Nadie te salvará, porque todo el que pase por aquí, sentirá un miedo atroz cuando te vea!
Ja ja ja....Todos correrán aterrorizados, como alma que lleva el diablo cuando salgas por la noche. ¡Vivirás eternamente, pero en la cueva!
_Y así ha sido desde aquél día. Solo hay un pequeño resquicio por donde puedo salir, pero no me puedo retirar mucho de la puerta, porque una parte de mi se queda dentro. Durante el día, la luz del sol, hace que sea invisible, solo pueden verme de noche, pero cuando me ven en forma de nube, salen corriendo despavoridos.
Luis había escuchado la sorprendente historia, de la princesa, en silencio y con los ojos muy abiertos.
_¿Y que puedo yo hacer para ayudarte?_ Le preguntó, alargando una mano y rozando con sus dedos la nube.
_Si puedes mover la piedra que hay en la puerta, y no te da miedo entrar en el interior de la cueva, romperás el conjuro y yo podré salir, y reunirme con mi amado Alí.
_Pero... si es verdad que eso pasó hace tantos años, ¿cómo sabes donde está Alí?_Preguntó el pastorcillo.
_Una noche tuve un sueño, y vi como Alí surcaba el firmamento, sobre su caballo. Subió y subió hasta que ya no pude verlo, pero hay una estrella que brilla más que las otras, y cuando la miro siempre parpadea, y se que es Alí que me saluda desde allí arriba.
El pastorcillo saltó al suelo, y caminó hacia la oscura entrada de la cueva.
Empujó la enorme piedra, que se resistía a moverse.
¡Uf, como pesa!_ Dijo empujando con todas sus fuerzas, hasta que poco a poco, la piedra se fue moviendo hacia un lado. Desde el interior salió una oleada de aire cálido, después empezó a escuchar unos ruidos muy fuertes, como si alguien gritara muy enfadado, pero él no se asustó y entró en el interior, la nube estaba a su lado y le señaló otra piedra frente a él.
_Ahora tienes que retirar esa y el conjuro se habrá roto.
A Luis le dolían las manos y los brazos de tanto empujar, pero una vez más demostró su fuerza y su valentía. La piedra rodó a un lado y la entrada quedó libre, ¡La nube se perdió en su interior!
_¡Eh nube, no te vallas así! _Salió fuera y miró a su alrededor, todo estaba en silencio y la nube había desaparecido. Se sintió decepcionado, por lo menos le tenía que haber dicho adiós, pero en fin, él había hecho cuanto había podido y si la nube ya se había librado de su echizo, ya se sentía satisfecho.
Ya se disponía a bajar hacia el valle, diciéndose a sí mismo que a lo mejor se había quedado dormido y todo había sido un sueño, cuando un resplandor le hizo volver la mirada hacia la cueva.
Una bellísima joven, de dorados cabellos, con los ojos muy azules y vestida con una túnica de seda, caminaba hacia él, con las manos extendidas.
_¡Gracias por haberme salvado¡ Eres muy valiente y nunca olvidaré lo que has hecho por mí, algún día serás un gran hombre, y tus sueños se harán realidad. Ahora entra de nuevo en la cueva, encontrarás un cofre en el suelo, cógelo y llévaselo a tus padres, pero no lo abras por el camino, porque entonces tus sueños no se harán realidad, y yo volveré a ser una nube atrapada entre las rocas.
El pastorcillo, si que estaba ahora atónito, perplejo, no daba crédito a lo que sus ojos veían. Siguió sin poder moverse de donde estaba. Sintió el galope de un caballo, un caballo blanco, de largas y sedosas crines, bellísimo, como jamás había visto otro. Se detuvo delante de la joven, piafando y moviendo la cabeza. La joven se acercó al pastorcillo y le dio un beso en la mejilla.
_¡Siempre te recordaré, como mi príncipe salvador¡_Después subió a la grupa del caballo, éste dio un fuerte relincho que resonó en toda la serranía. El blanco caballo, movió las alas y se elevó hacia el estrellado firmamento. Poco a poco su esbelta figura se fue haciendo más pequeña, hasta que desapareció.
Luis, todavía permaneció un rato en el mismo sitio, sin poder moverse, parecía que sus pies se habían pegado al suelo, y ahora era él, el que estaba hechizado. Después se frotó los ojos, volvió a mirar hacia el firmamento, y entonces las vio.
Había dos estrellas muy brillantes que parpadeaban, y se iban acercando una a la otra, hasta que se fundieron en una sola.
_¡Uau! ¡La princesa se ha encontrado con Alí! No ha sido un sueño. ¡Pero.... cuando se lo cuente a mis hermanos, seguro que no me creen!
_Bien, entraré en la cueva, haber que pasa...._Se dijo mientras caminaba.
Entró en la oscura cueva, hasta donde le había indicado la princesa, allí encontró el cofre, lo cogió apretándolo entre sus manos y echó a caminar por la vereda, dando un fuerte silbido, llamando al rebaño que dormitaba sobre la fresca hierba.
Cuando estaba cerca de su casa, sintió las voces de sus padres y hermanos que lo llamaban.
_¡Luiiissss Luiiisss!
_¡Papa, mamá, mira lo que os traigo!
_¡Hay hijo mío! ¿Pero dónde te habías metido? Llevamos mucho rato llamándote, ya creíamos que te habría pasado algo malo.
_Lo siento, es que subí a lo alto de la sierra, y estuve en la Cueva de la Dama Blanca.
¡Queee! ¿Qué has estado en esa cueva? ¡Te he dicho mas de una vez que no te acerques allí!_Su padre estaba muy preocupado, pero ahora lo que se estaba poniendo, era muy enfadado.
_Lo siento, de verdad papá, mamá, creedme, no era mi intención preocuparos. Ahora dejadme que os explique lo que me ha sucedido. ¡Por favor!
Luis apretaba el cofre sobre su pecho, sus hermanos estaban junto a él y sus padres, se sentaron haciendo un ademán, indicándole que se explicara.
Se sentó en el banco, sus hermanos se sentaron a su alrededor, y comenzó a contar cuanto le había sucedido.
_Subí con el rebaño, hasta lo alto de la sierra y me senté delante de la cueva......
_¿Y dices que salió una joven princesa? ¿Y un caballo con alas? ¡Pero hijo eso no se lo cree nadie!
_¡Es verdad, madre! Si no ¿de dónde iba a sacar este cofre? Mira que bonito y lo antiguo que debe ser.
_¿Y qué contiene?_ Le preguntó su padre, que no sabía si seguir regañando a su hijo o echarse a reír.
_No se lo que contiene, la princesa me dijo que os lo entregara, y sobre todo que no lo abriera, porque si lo abría, todo volvería a ser igual._Dijo el niño alargándole el cofre a sus padres.
Su padre lo puso sobre la mesa, y cogiendo una pequeña llave que tenía sujeta con una fina cadena de oro, la metió en la cerradura, giró dos veces y la tapa se abrió. ¡En su interior había monedas de oro! ¡Y joyas de un incalculable valor!
Todos se acercaron a la mesa, nunca habían visto tantas monedas de oro.
_Hijo, creo que esto cambiará nuestras vidas._ Dijo su padre.
Aquello cambió sus vidas, a los pocos días se marcharon a la ciudad. El padre de Luis, compró una hermosa casa y sus hermanos pudieron asistir a un buen colegio. Pero sobre todo Luis se sintió enormemente feliz, porque pudo estudiar Astrología, aprendió como se llamaban los planetas, los cometas con sus colas resplandecientes,
Por las noches, se pasaba las horas mirando por el telescopio, la estrella más brillante del firmamento, sabía que allí estaba el príncipe Alí y la princesa....
¿Cómo se llamaba la princesa? Ahora que recordaba, no sabía como se llamaba, ella no le dijo su nombre. ¡Valla despiste! Bueno, no pasaba nada, para Luis, la princesa, siempre sería ¡La Dama Blanca¡

viernes, 26 de septiembre de 2008

El regreso

En éste día tan especial
tu familia y amigos, te queremos acompañar
para darte un homenaje y celebrar
tu despedida de la vida laboral.
Hay otro motivo a festejar
y es que éste verano
después de mas de cuarenta años
de ir de aquí para allá,
regresas a tu Córdoba añorada
y así poder disfrutar
de ésta jubilación bien ganada.
Trabajaste en los campos de Posadas
y en Soria con los pastores de zagal,
dos años en Alemania
y regresaste a España a prestar
juramento a tu Bandera
y a cumplir tu servicio militar.
Un 17 de Diciembre llegaste a la ciudad Condal,
buscando nuevos horizontes
lleno de esperanzas e ilusiones
y con ganas de trabajar,
encontraste el amor de tu vida y creaste un hogar
donde nacieron tus hijos, colmándote de felicidad.
Pero el recuerdo de tu tierra
en ti siempre permaneció vivo
y aunque muchos años estuviste fuera
nunca la echaste en el olvido.
Aquí dejas parte de tu familia
y amigos de verdad
que siempre tendrán sus puertas abiertas
para cuando quieras regresar.
Un brindis por el cariño y la amistad
porque se cumplan tus sueños,
por los años vividos en la ciudad Condal
y por el regreso a tu tierra querida
que esperándote con los brazos abiertos está.

viernes, 29 de agosto de 2008

Nostalgia de río.

Algo está cambiando,mi cauce se está quedando seco. Cuando paso por el nacimiento de la Salina llevo tan poca agua, que el agua salada se adueña de mí y mis orillas se vuelven blancas y más saladas. Sólo algunos arroyos me alimentan con su escaso caudal.
Mi cauce se estrecha cada día más, y las alamedas, tarajes, fresnos y zarzales que crecían en mis orillas están desapareciendo. Ya casi no siento el bello canto del ruiseñor, ni el croar de las ranas en mis aguas estancadas.
Cuando llegaba el verano, retenían mis aguas formando presas con sacos llenos de arena, así mis aguas formaban profundos estanques que se combertían en baños. Desde lo alto de mis riberas los hombres se lanzaban de cabeza en mis aguas, entre risas y buena combivencia.
Al atardecer y a veces por la noche, al amparo de las sombras, me visitaban las bellas mocitas. Y sus cuerpos esbeltos como sirenas, se perdían en la tivieza de mis aguas saladas
Ahora muy pocos son los que se aventuran a darse un baño en mis escasas y tivias aguas.
Atrás quedaron los años que durante días y meses, caían fuertes aguaceros, y los arroyos llegaban hasta mí llenos y enfurecidos, descargando su preciado líquido en mis entrañas.
Amedida que iba bajando, me sentía más fuerte y más importante, la gente me cruzaba por las pasaderas, saltando de piedra en piedra, pero algunas veces iba tan lleno que las hacía desaparecer, con fuertes corrientes y grandes espumas, y los caminantes tenían que cruzarme a lomos de caballerías. Otras veces mis aguas se extendían por las tierras de labor, arrasándolas y reclamando a los campesinos lo que por naturaleza me pertenecía, ensanchando mis dominios, y buscando mi antiguo cauce.
Cuando pasaba por la Cubé, la Vega o las Angosturas, la gente se asomaba para contemplarme. Me respetaban y hasta sentían cierto temor si me cruzaban o caminaban cerca de mi cauce.
En el Puente San Juan me unía al río Guadajoz y juntos cruzábamos la campiña, regando sus fértiles tierras.
Cerca de Córdoba nos esperaba el Gran Río: ¡El Guadalquivir! El río de los andaluces, porque nace, discurre y muere en Andalucía. Al que más le han cantado, y el que más poemas tiene.
Nuestras aguas discurrían apacibles por la llanura, alborotadas sólo por los barcos que navegaban hasta Córdoba. En Sevilla un trozo de mar salía a recibirnos y fundidos en un abrazo llegábamos al Atlántico.
¡Ah! Qué tiempos aquellos. Ya sólo son recuerdos y añoranzas. ¿Volveré a ser como antes? ¿volveré a renacer y a llenar con aguas claras mi cauce de orilla a orilla?
Todo es posible, ya que a lo largo de mi historia, he vivido etapas muy distintas, aunque -de momento- mi destino lo veo bastante incierto.

lunes, 25 de agosto de 2008

El mantel de Noche Buena

-¡Menos mal que salí del cajón! ¿Ya ha pasado un año? Pues sí, ya ha pasado un año, y por lo menos no se me ha hecho tan largo. Pero es que me guardaron con mucho mimo. Recuerdo que después de plancharme me pusieron en el fondo de un cajón, con mis compañeras las servilletas, y encima hasta me rociaron con algunas florecillas olorosas. Así he pasado éste tiempo.
Y por fin ha llegado la noche más entrañable de todo el año. ¡La Noche Buena! La noche de la alegría, la cena con los amigos, con la familia, y la noche que se pone sobre la mesa los mejores manjares, con los mejores manteles, la mejor vajilla, cubertería ect. ect....
Ya tengo sobre mí la vajilla, la cristalería y los cubiertos, todos limpios y relucientes. En el centro tengo un bonito ramo de flores, y dos botellas de vino. Seguro que con éstas últimas boy a tener alguna discusión, porque siempre son las que dan algún problema. También tengo varias bandejas pequeñas, con sabrosos aperitivos.
Ya siento una gran algarabía a mi alrededor. Ésta noche hay mucha gente y las sillas ya empiezan a llenarse de.... ¡Niños! ¡Ho no! Y veo a cuatro nada menos. Pronto empezarán a limpiarse sus pequeñas manos, en mis orillas y derramarán alguna bebida sobre mí, entonces mis bordados se verán sucios. ¡Que desastre! Bueno.... esperemos haber que pasa. Creo que de momento, me estoy alarmando sin motivos....
Algunas de mis compañeras, como las copas ya están tiritando, pues las acaban de llenar de vino muy frío. ¡Ja,ja, ja! A dos de ellas les han dado un golpe tan fuerte, con un brindis, que casi les hacen saltar en añicos. ¡Se les han saltado hasta las lagrimas!
¡Hummm! ¡Que aroma tan exquisito está llegando hasta mí! ¡Caray que me estoy quemando con la bandeja del asado! ¡Señora un poco de cuidado!
Bueno los niños se están portando divinamente. Son educados, respetuosos. Todavía no me han manchado y hasta dejan los cubiertos dentro del plato. Las copas las cogen con cuidado y todo va bien . Por fin llegan los postres sin ninguna desgracia.
Después de una pausa me han quitado un gran peso de encima. Ahora llega el café y me gusta escuchar el tintineo de las tacitas en los platillos. El aroma del café es delicioso....¡Ya tengo aquí el cava! El es dorado, burbujeante, aromático y ....¡plaff!
¡Lo sabía! Sabia yo que esto tenía que pasar: me acaban de bañar con cava. ¿Se ha derramado una copa o ha sido una botella entera?... Bueno, esperemos que sirva para que todo valla bien el próximo año y todos lo pasen estupendamente.
¡Felices fiestas!