Mis relatos medievales, leyenda y realidad.

Desde los picos calizos de la Subbética, a la fértil ribera del Guadalquivir, hay todo un mundo de leyendas, historias y recuerdos. Vivencias medievales, caballeros de capa y espada, bellas princesas y palacios encantados, mitad verdad, mitad fantasía. Yo te los iré contando, poco a poco, paso paso, como nació la cultura de ésta ciudad que fué y sigue siendo multicultural. Pronto tambien los podrás leer en italiano.

domingo, 7 de diciembre de 2008

De la Subbética al valle

Córdoba que vives abrazada
por el río Guadalquivir
con un apasionado abrazo
como a una dulce enamorada.

El suave murmullo de tus aguas
que corre entre tarajes y alamedas
va acariciando tus murallas
llenándote de piropos
y diciéndote mil poemas


El sol te da los buenos días
y te cubre con sus rayos de calor
las flores te embriagan con su perfume
y en las ramas de los naranjos
te alegran con mil cantares
el jilguero y el ruiseñor.

Sierra Morena te vigila desde su atalaya
y te contempla dormida en la llanura
y las aguas cálidas del gran río
te relatan el fragor de mil batallas
y se pierden por el valle con un escalofrío.

Cruza los campos de verdes campiñas
castillos y torres almenadas
sinuosos arroyos de agua cristalina
verdes olivares en altozanos y cañadas.

Pueblos blancos de cal
recostados en la falda de la sierra
torreones y atalayas
entre riscos y tajos de calizas
le recuerdan a Córdoba sultana
que ellos fueron un día frontera
con las tierras de Granada.

La Cueva de la Dama Blanca

Había una vez un pastorcillo que estaba en la sierra, cuidando de su rebaño. Aquél día subió y subió por las empinadas veredas, hasta lo mas alto, había muchos tajos difíciles de escalar, solo algunas de sus cabras, subieron a los altos riscos. Desde allí se divisaba un amplio valle surcado por un río de verdes orillas, que tenía su nacimiento en medio de la sierra. Desde allí corría por el amplio valle, entre alamedas y zarzales, que habitaban gran cantidad de pajarillos. Muy lejos, a muchos kilómetros de allí, se divisaba una gran cordillera, con sus picos cubiertos de nieve, que resplandecían con los últimos rayos de sol. Al pastorcillo le fascinó aquél paisaje, su padre le había contado que a los pies de aquella sierra, había una gran ciudad, con palacios y castillos, y muchos colegios y una universidad, donde acudían jóvenes de otros lugares, para aprender medicina, geografía, matemáticas y.... el niño soñó con ser mayor para viajar a la bella ciudad y poder conocerla.
Se había sentado en lo alto de una gran piedra, que había delante de una cueva, a la que llamaban, la Cueva de la Dama Blanca. Nadie quería detenerse en aquel lugar, porque decían que estaba encantada y que había un fantasma. No se dio cuenta que se estaba haciendo de noche, el sol ya se había puesto por occidente, y la luna y el lucero gordo ya se veían en el firmamento. Pero él siguió contemplando el firmamento, observando como poco a poco, se iba llenando con miles de estrellas. Allí estaba la Vía Láctea, la Osa Mayor y la Luna. ¡Ah, si él pudiera algún día estudiar Astronomía! Conocer los nombres de todos aquellos puntitos brillantes, que tanto le gustaba contemplar, quizás algún día podría ir a aquella ciudad lejana y aprender aquellos nombres.
De pronto sintió un ruido a sus espaldas, se volvió y vio salir del interior de la cueva una luz blanca, como si fuera una nube, que se acercó muy, muy lentamente, hasta quedar a su lado.
_¡Eh! ¿Que clase de nube eres, que no estás allí arriba en el cielo? ¿Es que te has caído?
El niño no se había movido de dónde estaba, ni se asustó y miraba a la pequeña nube divertido. Pero cuando ésta le habló, si que dio un salto desde lo alto de la piedra, y se quedó mirándola con los ojos muy abiertos.
_¡Caspita! ¿Has hablado, o estoy soñando?
_No, no estás soñando, soy yo que te he hablado. ¿Qué haces aquí tan solo, ya es de noche, es que no tienes miedo?_Dijo la nube, con una vocecilla muy clara. _¿Cómo te llamas?
_Luis, ¿ y tú porqué hablas? ¡Eres una nube muy rara!
_Bueno es que en realidad no soy una nube, soy una princesa encantada.
_¡Anda, entonces es verdad, que la cueva está encantada! ¿Sabes que la gente se asusta, cuando pasa por delante de la cueva?
_Si, lo se, pero tú no te has asustado_ dijo la nube.
_¿Es verdad que eres una princesa encantada?_Preguntó Luis, tocando la casi transparente nube.
_Si, hace muchos, muchos años que vivo aquí. ¿quieres que te cuente mi historia, y porque estoy aquí?
_Si,_ le contestó el pastorcillo, subiendo otra vez a lo alto de la gran piedra.
_Verás, yo era la princesa heredera de un reino cristiano, y vivía en un castillo muy bonito. Cuando yo era muy pequeña, mi padre, el rey, firmó un tratado de paz con el rey vecino, que también tenía un hijo de mi edad, ambos acordaron que cuando fuésemos mayores, nos casaríamos y uniríamos los dos reinos, para formar uno solo, construiríamos ciudades con grandes murallas, para defendernos del enemigo.
Pero el rey murió en el campo de batalla, y su hijo el príncipe, subió al trono. Pronto empezó a cambiar todo, el joven rey era un avaro, hacía trabajar a sus súbditos, desde que amanecía, hasta el anochecer. ¡Hasta a los niños los hacía trabajar¡ Solo se preocupaba de recaudar los impuestos, a los campesinos que casi no les quedaba para comer.
Reclutó muchos soldados, y declaró la guerra a otros reinos donde reinaba la paz.
El reino de mi padre era muy pequeño, y mi padre no quería romper la alianza de paz, porque el nuevo rey lo arrasaría todo, y mi padre no quería causar ningún sufrimiento a sus súbditos. Pero él veía lo desgraciada que yo era, por tenerme que casar con aquél rey tan malvado. Un día llegó un joven príncipe, amigo de mi padre, que venía de un reino lejano, y mi padre le pidió que me llevara con él a su país, cuando pasaran unos días diría que yo había desaparecido, mandaría a sus soldados a buscarme, en dirección opuesta y yo ya estaría lejos. Salimos de noche, y cabalgamos varios días. El príncipe tenía una pequeña escolta y pasamos desapercibidos.
Cruzamos por un terreno, donde había muchas sierras, algunas muy altas, con torreones, desde donde los soldados vigilaban los caminos, El príncipe, me dijo que ya estábamos cruzando la frontera. Debía de ser muy bueno y generoso, con sus súbditos, porque todos los que se cruzaban con nosotros lo saludaban, y se alegraban de verlo. El se mostraba amable y cortés, sobre todo con los niños y los ancianos.
Cuando llegamos a ésta cima Alí que así se llamaba el príncipe, me dijo que al pie de aquellas sierras nevadas, que se ven muy lejos, estaba su palacio. Un palacio grande, con una alcazaba donde vivían muchos soldados, y la ciudad rodeada de murallas, y que allí estaría a salvo. Me habló de unos hermosos jardines, con muchas fuentes, que echaban el agua en multitud de surtidores. Jardines y huertos, donde crecían jazmines, rosas, naranjos, granados y limoneros, entre otras muchas flores. Yo no conocía nada igual y quería llegar pronto, para poder conocer aquél reino de ensueño.
Acampamos justo ahí abajo, y cuando nos disponíamos a dormir, nos asaltaron los soldados, que iban al mando del rey malvado. Alguien en el castillo traicionó a mi padre, y dio la noticia de que yo había salido sigilosamente para irme a otro país. Pronto salieron a todo galope, siguieron nuestra pista, hasta que nos alcanzaron en la sierra.
Todo sucedió muy rápido, el rey, me dijo que regresara con él y olvidaría lo ocurrido, yo le contesté que jamás iría con él. Entonces, intentó hacerme su prisionera, pero el príncipe, cogiendo su espada con firmeza, luchó con valentía, y en varias ocasiones estuvo a punto de derrotarle. Pero había muchos soldados, y nosotros éramos muy pocos, así que a una orden de su rey, tensaron sus arcos y una lluvia de flechas cayó sobre todos nosotros. Dieron muerte a la escolta, y el príncipe calló herido, corrí hacia él, y con voz muy débil, me dijo que siempre me esperaría en los jardines de su reino. El rey estaba tan furioso, que cogiéndome del brazo me ordenó que subiera al caballo.
_¡Nunca, nunca, jamás iré con vos! ¡Os odio y os desprecio!
_¡Bien, si no vienes te quedarás para siempre aquí¡ ¡En esa cueva nadie te encontrará!
Me llevó hasta la cueva, y mandó a sus hombres que tapiaran la entrada con grandes piedras. Escuché como invocaba a sus espíritus, y lanzaba un conjuro.
_¡Permanecerás por siempre en el interior de la cueva! ¡Nadie te salvará, porque todo el que pase por aquí, sentirá un miedo atroz cuando te vea!
Ja ja ja....Todos correrán aterrorizados, como alma que lleva el diablo cuando salgas por la noche. ¡Vivirás eternamente, pero en la cueva!
_Y así ha sido desde aquél día. Solo hay un pequeño resquicio por donde puedo salir, pero no me puedo retirar mucho de la puerta, porque una parte de mi se queda dentro. Durante el día, la luz del sol, hace que sea invisible, solo pueden verme de noche, pero cuando me ven en forma de nube, salen corriendo despavoridos.
Luis había escuchado la sorprendente historia, de la princesa, en silencio y con los ojos muy abiertos.
_¿Y que puedo yo hacer para ayudarte?_ Le preguntó, alargando una mano y rozando con sus dedos la nube.
_Si puedes mover la piedra que hay en la puerta, y no te da miedo entrar en el interior de la cueva, romperás el conjuro y yo podré salir, y reunirme con mi amado Alí.
_Pero... si es verdad que eso pasó hace tantos años, ¿cómo sabes donde está Alí?_Preguntó el pastorcillo.
_Una noche tuve un sueño, y vi como Alí surcaba el firmamento, sobre su caballo. Subió y subió hasta que ya no pude verlo, pero hay una estrella que brilla más que las otras, y cuando la miro siempre parpadea, y se que es Alí que me saluda desde allí arriba.
El pastorcillo saltó al suelo, y caminó hacia la oscura entrada de la cueva.
Empujó la enorme piedra, que se resistía a moverse.
¡Uf, como pesa!_ Dijo empujando con todas sus fuerzas, hasta que poco a poco, la piedra se fue moviendo hacia un lado. Desde el interior salió una oleada de aire cálido, después empezó a escuchar unos ruidos muy fuertes, como si alguien gritara muy enfadado, pero él no se asustó y entró en el interior, la nube estaba a su lado y le señaló otra piedra frente a él.
_Ahora tienes que retirar esa y el conjuro se habrá roto.
A Luis le dolían las manos y los brazos de tanto empujar, pero una vez más demostró su fuerza y su valentía. La piedra rodó a un lado y la entrada quedó libre, ¡La nube se perdió en su interior!
_¡Eh nube, no te vallas así! _Salió fuera y miró a su alrededor, todo estaba en silencio y la nube había desaparecido. Se sintió decepcionado, por lo menos le tenía que haber dicho adiós, pero en fin, él había hecho cuanto había podido y si la nube ya se había librado de su echizo, ya se sentía satisfecho.
Ya se disponía a bajar hacia el valle, diciéndose a sí mismo que a lo mejor se había quedado dormido y todo había sido un sueño, cuando un resplandor le hizo volver la mirada hacia la cueva.
Una bellísima joven, de dorados cabellos, con los ojos muy azules y vestida con una túnica de seda, caminaba hacia él, con las manos extendidas.
_¡Gracias por haberme salvado¡ Eres muy valiente y nunca olvidaré lo que has hecho por mí, algún día serás un gran hombre, y tus sueños se harán realidad. Ahora entra de nuevo en la cueva, encontrarás un cofre en el suelo, cógelo y llévaselo a tus padres, pero no lo abras por el camino, porque entonces tus sueños no se harán realidad, y yo volveré a ser una nube atrapada entre las rocas.
El pastorcillo, si que estaba ahora atónito, perplejo, no daba crédito a lo que sus ojos veían. Siguió sin poder moverse de donde estaba. Sintió el galope de un caballo, un caballo blanco, de largas y sedosas crines, bellísimo, como jamás había visto otro. Se detuvo delante de la joven, piafando y moviendo la cabeza. La joven se acercó al pastorcillo y le dio un beso en la mejilla.
_¡Siempre te recordaré, como mi príncipe salvador¡_Después subió a la grupa del caballo, éste dio un fuerte relincho que resonó en toda la serranía. El blanco caballo, movió las alas y se elevó hacia el estrellado firmamento. Poco a poco su esbelta figura se fue haciendo más pequeña, hasta que desapareció.
Luis, todavía permaneció un rato en el mismo sitio, sin poder moverse, parecía que sus pies se habían pegado al suelo, y ahora era él, el que estaba hechizado. Después se frotó los ojos, volvió a mirar hacia el firmamento, y entonces las vio.
Había dos estrellas muy brillantes que parpadeaban, y se iban acercando una a la otra, hasta que se fundieron en una sola.
_¡Uau! ¡La princesa se ha encontrado con Alí! No ha sido un sueño. ¡Pero.... cuando se lo cuente a mis hermanos, seguro que no me creen!
_Bien, entraré en la cueva, haber que pasa...._Se dijo mientras caminaba.
Entró en la oscura cueva, hasta donde le había indicado la princesa, allí encontró el cofre, lo cogió apretándolo entre sus manos y echó a caminar por la vereda, dando un fuerte silbido, llamando al rebaño que dormitaba sobre la fresca hierba.
Cuando estaba cerca de su casa, sintió las voces de sus padres y hermanos que lo llamaban.
_¡Luiiissss Luiiisss!
_¡Papa, mamá, mira lo que os traigo!
_¡Hay hijo mío! ¿Pero dónde te habías metido? Llevamos mucho rato llamándote, ya creíamos que te habría pasado algo malo.
_Lo siento, es que subí a lo alto de la sierra, y estuve en la Cueva de la Dama Blanca.
¡Queee! ¿Qué has estado en esa cueva? ¡Te he dicho mas de una vez que no te acerques allí!_Su padre estaba muy preocupado, pero ahora lo que se estaba poniendo, era muy enfadado.
_Lo siento, de verdad papá, mamá, creedme, no era mi intención preocuparos. Ahora dejadme que os explique lo que me ha sucedido. ¡Por favor!
Luis apretaba el cofre sobre su pecho, sus hermanos estaban junto a él y sus padres, se sentaron haciendo un ademán, indicándole que se explicara.
Se sentó en el banco, sus hermanos se sentaron a su alrededor, y comenzó a contar cuanto le había sucedido.
_Subí con el rebaño, hasta lo alto de la sierra y me senté delante de la cueva......
_¿Y dices que salió una joven princesa? ¿Y un caballo con alas? ¡Pero hijo eso no se lo cree nadie!
_¡Es verdad, madre! Si no ¿de dónde iba a sacar este cofre? Mira que bonito y lo antiguo que debe ser.
_¿Y qué contiene?_ Le preguntó su padre, que no sabía si seguir regañando a su hijo o echarse a reír.
_No se lo que contiene, la princesa me dijo que os lo entregara, y sobre todo que no lo abriera, porque si lo abría, todo volvería a ser igual._Dijo el niño alargándole el cofre a sus padres.
Su padre lo puso sobre la mesa, y cogiendo una pequeña llave que tenía sujeta con una fina cadena de oro, la metió en la cerradura, giró dos veces y la tapa se abrió. ¡En su interior había monedas de oro! ¡Y joyas de un incalculable valor!
Todos se acercaron a la mesa, nunca habían visto tantas monedas de oro.
_Hijo, creo que esto cambiará nuestras vidas._ Dijo su padre.
Aquello cambió sus vidas, a los pocos días se marcharon a la ciudad. El padre de Luis, compró una hermosa casa y sus hermanos pudieron asistir a un buen colegio. Pero sobre todo Luis se sintió enormemente feliz, porque pudo estudiar Astrología, aprendió como se llamaban los planetas, los cometas con sus colas resplandecientes,
Por las noches, se pasaba las horas mirando por el telescopio, la estrella más brillante del firmamento, sabía que allí estaba el príncipe Alí y la princesa....
¿Cómo se llamaba la princesa? Ahora que recordaba, no sabía como se llamaba, ella no le dijo su nombre. ¡Valla despiste! Bueno, no pasaba nada, para Luis, la princesa, siempre sería ¡La Dama Blanca¡