Mis relatos medievales, leyenda y realidad.

Desde los picos calizos de la Subbética, a la fértil ribera del Guadalquivir, hay todo un mundo de leyendas, historias y recuerdos. Vivencias medievales, caballeros de capa y espada, bellas princesas y palacios encantados, mitad verdad, mitad fantasía. Yo te los iré contando, poco a poco, paso paso, como nació la cultura de ésta ciudad que fué y sigue siendo multicultural. Pronto tambien los podrás leer en italiano.

domingo, 7 de diciembre de 2008

De la Subbética al valle

Córdoba que vives abrazada
por el río Guadalquivir
con un apasionado abrazo
como a una dulce enamorada.

El suave murmullo de tus aguas
que corre entre tarajes y alamedas
va acariciando tus murallas
llenándote de piropos
y diciéndote mil poemas


El sol te da los buenos días
y te cubre con sus rayos de calor
las flores te embriagan con su perfume
y en las ramas de los naranjos
te alegran con mil cantares
el jilguero y el ruiseñor.

Sierra Morena te vigila desde su atalaya
y te contempla dormida en la llanura
y las aguas cálidas del gran río
te relatan el fragor de mil batallas
y se pierden por el valle con un escalofrío.

Cruza los campos de verdes campiñas
castillos y torres almenadas
sinuosos arroyos de agua cristalina
verdes olivares en altozanos y cañadas.

Pueblos blancos de cal
recostados en la falda de la sierra
torreones y atalayas
entre riscos y tajos de calizas
le recuerdan a Córdoba sultana
que ellos fueron un día frontera
con las tierras de Granada.

La Cueva de la Dama Blanca

Había una vez un pastorcillo que estaba en la sierra, cuidando de su rebaño. Aquél día subió y subió por las empinadas veredas, hasta lo mas alto, había muchos tajos difíciles de escalar, solo algunas de sus cabras, subieron a los altos riscos. Desde allí se divisaba un amplio valle surcado por un río de verdes orillas, que tenía su nacimiento en medio de la sierra. Desde allí corría por el amplio valle, entre alamedas y zarzales, que habitaban gran cantidad de pajarillos. Muy lejos, a muchos kilómetros de allí, se divisaba una gran cordillera, con sus picos cubiertos de nieve, que resplandecían con los últimos rayos de sol. Al pastorcillo le fascinó aquél paisaje, su padre le había contado que a los pies de aquella sierra, había una gran ciudad, con palacios y castillos, y muchos colegios y una universidad, donde acudían jóvenes de otros lugares, para aprender medicina, geografía, matemáticas y.... el niño soñó con ser mayor para viajar a la bella ciudad y poder conocerla.
Se había sentado en lo alto de una gran piedra, que había delante de una cueva, a la que llamaban, la Cueva de la Dama Blanca. Nadie quería detenerse en aquel lugar, porque decían que estaba encantada y que había un fantasma. No se dio cuenta que se estaba haciendo de noche, el sol ya se había puesto por occidente, y la luna y el lucero gordo ya se veían en el firmamento. Pero él siguió contemplando el firmamento, observando como poco a poco, se iba llenando con miles de estrellas. Allí estaba la Vía Láctea, la Osa Mayor y la Luna. ¡Ah, si él pudiera algún día estudiar Astronomía! Conocer los nombres de todos aquellos puntitos brillantes, que tanto le gustaba contemplar, quizás algún día podría ir a aquella ciudad lejana y aprender aquellos nombres.
De pronto sintió un ruido a sus espaldas, se volvió y vio salir del interior de la cueva una luz blanca, como si fuera una nube, que se acercó muy, muy lentamente, hasta quedar a su lado.
_¡Eh! ¿Que clase de nube eres, que no estás allí arriba en el cielo? ¿Es que te has caído?
El niño no se había movido de dónde estaba, ni se asustó y miraba a la pequeña nube divertido. Pero cuando ésta le habló, si que dio un salto desde lo alto de la piedra, y se quedó mirándola con los ojos muy abiertos.
_¡Caspita! ¿Has hablado, o estoy soñando?
_No, no estás soñando, soy yo que te he hablado. ¿Qué haces aquí tan solo, ya es de noche, es que no tienes miedo?_Dijo la nube, con una vocecilla muy clara. _¿Cómo te llamas?
_Luis, ¿ y tú porqué hablas? ¡Eres una nube muy rara!
_Bueno es que en realidad no soy una nube, soy una princesa encantada.
_¡Anda, entonces es verdad, que la cueva está encantada! ¿Sabes que la gente se asusta, cuando pasa por delante de la cueva?
_Si, lo se, pero tú no te has asustado_ dijo la nube.
_¿Es verdad que eres una princesa encantada?_Preguntó Luis, tocando la casi transparente nube.
_Si, hace muchos, muchos años que vivo aquí. ¿quieres que te cuente mi historia, y porque estoy aquí?
_Si,_ le contestó el pastorcillo, subiendo otra vez a lo alto de la gran piedra.
_Verás, yo era la princesa heredera de un reino cristiano, y vivía en un castillo muy bonito. Cuando yo era muy pequeña, mi padre, el rey, firmó un tratado de paz con el rey vecino, que también tenía un hijo de mi edad, ambos acordaron que cuando fuésemos mayores, nos casaríamos y uniríamos los dos reinos, para formar uno solo, construiríamos ciudades con grandes murallas, para defendernos del enemigo.
Pero el rey murió en el campo de batalla, y su hijo el príncipe, subió al trono. Pronto empezó a cambiar todo, el joven rey era un avaro, hacía trabajar a sus súbditos, desde que amanecía, hasta el anochecer. ¡Hasta a los niños los hacía trabajar¡ Solo se preocupaba de recaudar los impuestos, a los campesinos que casi no les quedaba para comer.
Reclutó muchos soldados, y declaró la guerra a otros reinos donde reinaba la paz.
El reino de mi padre era muy pequeño, y mi padre no quería romper la alianza de paz, porque el nuevo rey lo arrasaría todo, y mi padre no quería causar ningún sufrimiento a sus súbditos. Pero él veía lo desgraciada que yo era, por tenerme que casar con aquél rey tan malvado. Un día llegó un joven príncipe, amigo de mi padre, que venía de un reino lejano, y mi padre le pidió que me llevara con él a su país, cuando pasaran unos días diría que yo había desaparecido, mandaría a sus soldados a buscarme, en dirección opuesta y yo ya estaría lejos. Salimos de noche, y cabalgamos varios días. El príncipe tenía una pequeña escolta y pasamos desapercibidos.
Cruzamos por un terreno, donde había muchas sierras, algunas muy altas, con torreones, desde donde los soldados vigilaban los caminos, El príncipe, me dijo que ya estábamos cruzando la frontera. Debía de ser muy bueno y generoso, con sus súbditos, porque todos los que se cruzaban con nosotros lo saludaban, y se alegraban de verlo. El se mostraba amable y cortés, sobre todo con los niños y los ancianos.
Cuando llegamos a ésta cima Alí que así se llamaba el príncipe, me dijo que al pie de aquellas sierras nevadas, que se ven muy lejos, estaba su palacio. Un palacio grande, con una alcazaba donde vivían muchos soldados, y la ciudad rodeada de murallas, y que allí estaría a salvo. Me habló de unos hermosos jardines, con muchas fuentes, que echaban el agua en multitud de surtidores. Jardines y huertos, donde crecían jazmines, rosas, naranjos, granados y limoneros, entre otras muchas flores. Yo no conocía nada igual y quería llegar pronto, para poder conocer aquél reino de ensueño.
Acampamos justo ahí abajo, y cuando nos disponíamos a dormir, nos asaltaron los soldados, que iban al mando del rey malvado. Alguien en el castillo traicionó a mi padre, y dio la noticia de que yo había salido sigilosamente para irme a otro país. Pronto salieron a todo galope, siguieron nuestra pista, hasta que nos alcanzaron en la sierra.
Todo sucedió muy rápido, el rey, me dijo que regresara con él y olvidaría lo ocurrido, yo le contesté que jamás iría con él. Entonces, intentó hacerme su prisionera, pero el príncipe, cogiendo su espada con firmeza, luchó con valentía, y en varias ocasiones estuvo a punto de derrotarle. Pero había muchos soldados, y nosotros éramos muy pocos, así que a una orden de su rey, tensaron sus arcos y una lluvia de flechas cayó sobre todos nosotros. Dieron muerte a la escolta, y el príncipe calló herido, corrí hacia él, y con voz muy débil, me dijo que siempre me esperaría en los jardines de su reino. El rey estaba tan furioso, que cogiéndome del brazo me ordenó que subiera al caballo.
_¡Nunca, nunca, jamás iré con vos! ¡Os odio y os desprecio!
_¡Bien, si no vienes te quedarás para siempre aquí¡ ¡En esa cueva nadie te encontrará!
Me llevó hasta la cueva, y mandó a sus hombres que tapiaran la entrada con grandes piedras. Escuché como invocaba a sus espíritus, y lanzaba un conjuro.
_¡Permanecerás por siempre en el interior de la cueva! ¡Nadie te salvará, porque todo el que pase por aquí, sentirá un miedo atroz cuando te vea!
Ja ja ja....Todos correrán aterrorizados, como alma que lleva el diablo cuando salgas por la noche. ¡Vivirás eternamente, pero en la cueva!
_Y así ha sido desde aquél día. Solo hay un pequeño resquicio por donde puedo salir, pero no me puedo retirar mucho de la puerta, porque una parte de mi se queda dentro. Durante el día, la luz del sol, hace que sea invisible, solo pueden verme de noche, pero cuando me ven en forma de nube, salen corriendo despavoridos.
Luis había escuchado la sorprendente historia, de la princesa, en silencio y con los ojos muy abiertos.
_¿Y que puedo yo hacer para ayudarte?_ Le preguntó, alargando una mano y rozando con sus dedos la nube.
_Si puedes mover la piedra que hay en la puerta, y no te da miedo entrar en el interior de la cueva, romperás el conjuro y yo podré salir, y reunirme con mi amado Alí.
_Pero... si es verdad que eso pasó hace tantos años, ¿cómo sabes donde está Alí?_Preguntó el pastorcillo.
_Una noche tuve un sueño, y vi como Alí surcaba el firmamento, sobre su caballo. Subió y subió hasta que ya no pude verlo, pero hay una estrella que brilla más que las otras, y cuando la miro siempre parpadea, y se que es Alí que me saluda desde allí arriba.
El pastorcillo saltó al suelo, y caminó hacia la oscura entrada de la cueva.
Empujó la enorme piedra, que se resistía a moverse.
¡Uf, como pesa!_ Dijo empujando con todas sus fuerzas, hasta que poco a poco, la piedra se fue moviendo hacia un lado. Desde el interior salió una oleada de aire cálido, después empezó a escuchar unos ruidos muy fuertes, como si alguien gritara muy enfadado, pero él no se asustó y entró en el interior, la nube estaba a su lado y le señaló otra piedra frente a él.
_Ahora tienes que retirar esa y el conjuro se habrá roto.
A Luis le dolían las manos y los brazos de tanto empujar, pero una vez más demostró su fuerza y su valentía. La piedra rodó a un lado y la entrada quedó libre, ¡La nube se perdió en su interior!
_¡Eh nube, no te vallas así! _Salió fuera y miró a su alrededor, todo estaba en silencio y la nube había desaparecido. Se sintió decepcionado, por lo menos le tenía que haber dicho adiós, pero en fin, él había hecho cuanto había podido y si la nube ya se había librado de su echizo, ya se sentía satisfecho.
Ya se disponía a bajar hacia el valle, diciéndose a sí mismo que a lo mejor se había quedado dormido y todo había sido un sueño, cuando un resplandor le hizo volver la mirada hacia la cueva.
Una bellísima joven, de dorados cabellos, con los ojos muy azules y vestida con una túnica de seda, caminaba hacia él, con las manos extendidas.
_¡Gracias por haberme salvado¡ Eres muy valiente y nunca olvidaré lo que has hecho por mí, algún día serás un gran hombre, y tus sueños se harán realidad. Ahora entra de nuevo en la cueva, encontrarás un cofre en el suelo, cógelo y llévaselo a tus padres, pero no lo abras por el camino, porque entonces tus sueños no se harán realidad, y yo volveré a ser una nube atrapada entre las rocas.
El pastorcillo, si que estaba ahora atónito, perplejo, no daba crédito a lo que sus ojos veían. Siguió sin poder moverse de donde estaba. Sintió el galope de un caballo, un caballo blanco, de largas y sedosas crines, bellísimo, como jamás había visto otro. Se detuvo delante de la joven, piafando y moviendo la cabeza. La joven se acercó al pastorcillo y le dio un beso en la mejilla.
_¡Siempre te recordaré, como mi príncipe salvador¡_Después subió a la grupa del caballo, éste dio un fuerte relincho que resonó en toda la serranía. El blanco caballo, movió las alas y se elevó hacia el estrellado firmamento. Poco a poco su esbelta figura se fue haciendo más pequeña, hasta que desapareció.
Luis, todavía permaneció un rato en el mismo sitio, sin poder moverse, parecía que sus pies se habían pegado al suelo, y ahora era él, el que estaba hechizado. Después se frotó los ojos, volvió a mirar hacia el firmamento, y entonces las vio.
Había dos estrellas muy brillantes que parpadeaban, y se iban acercando una a la otra, hasta que se fundieron en una sola.
_¡Uau! ¡La princesa se ha encontrado con Alí! No ha sido un sueño. ¡Pero.... cuando se lo cuente a mis hermanos, seguro que no me creen!
_Bien, entraré en la cueva, haber que pasa...._Se dijo mientras caminaba.
Entró en la oscura cueva, hasta donde le había indicado la princesa, allí encontró el cofre, lo cogió apretándolo entre sus manos y echó a caminar por la vereda, dando un fuerte silbido, llamando al rebaño que dormitaba sobre la fresca hierba.
Cuando estaba cerca de su casa, sintió las voces de sus padres y hermanos que lo llamaban.
_¡Luiiissss Luiiisss!
_¡Papa, mamá, mira lo que os traigo!
_¡Hay hijo mío! ¿Pero dónde te habías metido? Llevamos mucho rato llamándote, ya creíamos que te habría pasado algo malo.
_Lo siento, es que subí a lo alto de la sierra, y estuve en la Cueva de la Dama Blanca.
¡Queee! ¿Qué has estado en esa cueva? ¡Te he dicho mas de una vez que no te acerques allí!_Su padre estaba muy preocupado, pero ahora lo que se estaba poniendo, era muy enfadado.
_Lo siento, de verdad papá, mamá, creedme, no era mi intención preocuparos. Ahora dejadme que os explique lo que me ha sucedido. ¡Por favor!
Luis apretaba el cofre sobre su pecho, sus hermanos estaban junto a él y sus padres, se sentaron haciendo un ademán, indicándole que se explicara.
Se sentó en el banco, sus hermanos se sentaron a su alrededor, y comenzó a contar cuanto le había sucedido.
_Subí con el rebaño, hasta lo alto de la sierra y me senté delante de la cueva......
_¿Y dices que salió una joven princesa? ¿Y un caballo con alas? ¡Pero hijo eso no se lo cree nadie!
_¡Es verdad, madre! Si no ¿de dónde iba a sacar este cofre? Mira que bonito y lo antiguo que debe ser.
_¿Y qué contiene?_ Le preguntó su padre, que no sabía si seguir regañando a su hijo o echarse a reír.
_No se lo que contiene, la princesa me dijo que os lo entregara, y sobre todo que no lo abriera, porque si lo abría, todo volvería a ser igual._Dijo el niño alargándole el cofre a sus padres.
Su padre lo puso sobre la mesa, y cogiendo una pequeña llave que tenía sujeta con una fina cadena de oro, la metió en la cerradura, giró dos veces y la tapa se abrió. ¡En su interior había monedas de oro! ¡Y joyas de un incalculable valor!
Todos se acercaron a la mesa, nunca habían visto tantas monedas de oro.
_Hijo, creo que esto cambiará nuestras vidas._ Dijo su padre.
Aquello cambió sus vidas, a los pocos días se marcharon a la ciudad. El padre de Luis, compró una hermosa casa y sus hermanos pudieron asistir a un buen colegio. Pero sobre todo Luis se sintió enormemente feliz, porque pudo estudiar Astrología, aprendió como se llamaban los planetas, los cometas con sus colas resplandecientes,
Por las noches, se pasaba las horas mirando por el telescopio, la estrella más brillante del firmamento, sabía que allí estaba el príncipe Alí y la princesa....
¿Cómo se llamaba la princesa? Ahora que recordaba, no sabía como se llamaba, ella no le dijo su nombre. ¡Valla despiste! Bueno, no pasaba nada, para Luis, la princesa, siempre sería ¡La Dama Blanca¡

viernes, 26 de septiembre de 2008

El regreso

En éste día tan especial
tu familia y amigos, te queremos acompañar
para darte un homenaje y celebrar
tu despedida de la vida laboral.
Hay otro motivo a festejar
y es que éste verano
después de mas de cuarenta años
de ir de aquí para allá,
regresas a tu Córdoba añorada
y así poder disfrutar
de ésta jubilación bien ganada.
Trabajaste en los campos de Posadas
y en Soria con los pastores de zagal,
dos años en Alemania
y regresaste a España a prestar
juramento a tu Bandera
y a cumplir tu servicio militar.
Un 17 de Diciembre llegaste a la ciudad Condal,
buscando nuevos horizontes
lleno de esperanzas e ilusiones
y con ganas de trabajar,
encontraste el amor de tu vida y creaste un hogar
donde nacieron tus hijos, colmándote de felicidad.
Pero el recuerdo de tu tierra
en ti siempre permaneció vivo
y aunque muchos años estuviste fuera
nunca la echaste en el olvido.
Aquí dejas parte de tu familia
y amigos de verdad
que siempre tendrán sus puertas abiertas
para cuando quieras regresar.
Un brindis por el cariño y la amistad
porque se cumplan tus sueños,
por los años vividos en la ciudad Condal
y por el regreso a tu tierra querida
que esperándote con los brazos abiertos está.

viernes, 29 de agosto de 2008

Nostalgia de río.

Algo está cambiando,mi cauce se está quedando seco. Cuando paso por el nacimiento de la Salina llevo tan poca agua, que el agua salada se adueña de mí y mis orillas se vuelven blancas y más saladas. Sólo algunos arroyos me alimentan con su escaso caudal.
Mi cauce se estrecha cada día más, y las alamedas, tarajes, fresnos y zarzales que crecían en mis orillas están desapareciendo. Ya casi no siento el bello canto del ruiseñor, ni el croar de las ranas en mis aguas estancadas.
Cuando llegaba el verano, retenían mis aguas formando presas con sacos llenos de arena, así mis aguas formaban profundos estanques que se combertían en baños. Desde lo alto de mis riberas los hombres se lanzaban de cabeza en mis aguas, entre risas y buena combivencia.
Al atardecer y a veces por la noche, al amparo de las sombras, me visitaban las bellas mocitas. Y sus cuerpos esbeltos como sirenas, se perdían en la tivieza de mis aguas saladas
Ahora muy pocos son los que se aventuran a darse un baño en mis escasas y tivias aguas.
Atrás quedaron los años que durante días y meses, caían fuertes aguaceros, y los arroyos llegaban hasta mí llenos y enfurecidos, descargando su preciado líquido en mis entrañas.
Amedida que iba bajando, me sentía más fuerte y más importante, la gente me cruzaba por las pasaderas, saltando de piedra en piedra, pero algunas veces iba tan lleno que las hacía desaparecer, con fuertes corrientes y grandes espumas, y los caminantes tenían que cruzarme a lomos de caballerías. Otras veces mis aguas se extendían por las tierras de labor, arrasándolas y reclamando a los campesinos lo que por naturaleza me pertenecía, ensanchando mis dominios, y buscando mi antiguo cauce.
Cuando pasaba por la Cubé, la Vega o las Angosturas, la gente se asomaba para contemplarme. Me respetaban y hasta sentían cierto temor si me cruzaban o caminaban cerca de mi cauce.
En el Puente San Juan me unía al río Guadajoz y juntos cruzábamos la campiña, regando sus fértiles tierras.
Cerca de Córdoba nos esperaba el Gran Río: ¡El Guadalquivir! El río de los andaluces, porque nace, discurre y muere en Andalucía. Al que más le han cantado, y el que más poemas tiene.
Nuestras aguas discurrían apacibles por la llanura, alborotadas sólo por los barcos que navegaban hasta Córdoba. En Sevilla un trozo de mar salía a recibirnos y fundidos en un abrazo llegábamos al Atlántico.
¡Ah! Qué tiempos aquellos. Ya sólo son recuerdos y añoranzas. ¿Volveré a ser como antes? ¿volveré a renacer y a llenar con aguas claras mi cauce de orilla a orilla?
Todo es posible, ya que a lo largo de mi historia, he vivido etapas muy distintas, aunque -de momento- mi destino lo veo bastante incierto.

lunes, 25 de agosto de 2008

El mantel de Noche Buena

-¡Menos mal que salí del cajón! ¿Ya ha pasado un año? Pues sí, ya ha pasado un año, y por lo menos no se me ha hecho tan largo. Pero es que me guardaron con mucho mimo. Recuerdo que después de plancharme me pusieron en el fondo de un cajón, con mis compañeras las servilletas, y encima hasta me rociaron con algunas florecillas olorosas. Así he pasado éste tiempo.
Y por fin ha llegado la noche más entrañable de todo el año. ¡La Noche Buena! La noche de la alegría, la cena con los amigos, con la familia, y la noche que se pone sobre la mesa los mejores manjares, con los mejores manteles, la mejor vajilla, cubertería ect. ect....
Ya tengo sobre mí la vajilla, la cristalería y los cubiertos, todos limpios y relucientes. En el centro tengo un bonito ramo de flores, y dos botellas de vino. Seguro que con éstas últimas boy a tener alguna discusión, porque siempre son las que dan algún problema. También tengo varias bandejas pequeñas, con sabrosos aperitivos.
Ya siento una gran algarabía a mi alrededor. Ésta noche hay mucha gente y las sillas ya empiezan a llenarse de.... ¡Niños! ¡Ho no! Y veo a cuatro nada menos. Pronto empezarán a limpiarse sus pequeñas manos, en mis orillas y derramarán alguna bebida sobre mí, entonces mis bordados se verán sucios. ¡Que desastre! Bueno.... esperemos haber que pasa. Creo que de momento, me estoy alarmando sin motivos....
Algunas de mis compañeras, como las copas ya están tiritando, pues las acaban de llenar de vino muy frío. ¡Ja,ja, ja! A dos de ellas les han dado un golpe tan fuerte, con un brindis, que casi les hacen saltar en añicos. ¡Se les han saltado hasta las lagrimas!
¡Hummm! ¡Que aroma tan exquisito está llegando hasta mí! ¡Caray que me estoy quemando con la bandeja del asado! ¡Señora un poco de cuidado!
Bueno los niños se están portando divinamente. Son educados, respetuosos. Todavía no me han manchado y hasta dejan los cubiertos dentro del plato. Las copas las cogen con cuidado y todo va bien . Por fin llegan los postres sin ninguna desgracia.
Después de una pausa me han quitado un gran peso de encima. Ahora llega el café y me gusta escuchar el tintineo de las tacitas en los platillos. El aroma del café es delicioso....¡Ya tengo aquí el cava! El es dorado, burbujeante, aromático y ....¡plaff!
¡Lo sabía! Sabia yo que esto tenía que pasar: me acaban de bañar con cava. ¿Se ha derramado una copa o ha sido una botella entera?... Bueno, esperemos que sirva para que todo valla bien el próximo año y todos lo pasen estupendamente.
¡Felices fiestas!

martes, 12 de agosto de 2008

Sorpresa de primavera

Había una vez, en un cruce de caminos, un pino centenario de alta copa y grandes y frondosas ramas. Los caminantes que pasaban por el lugar solían pararse a descansar bajo sus ramas, sobre todo cuando hacía calor, buscando el fresco en la enorme sombra que proporcionaba.
A su lado había nacido un almendro, que pronto empezaría a dar sus primeros frutos. Durante el verano creció mucho, sus ramas se hicieron grandes y su copa bastante alta.
Pronto llegó el otoño, y muchos árboles perdieron sus hojas, entre ellos el almendro.
-¡Mira cómo te estás quedando! – Le dijo el pino al almendro con aire altivo y lleno de orgullo- Has perdido tus hojas verdes y solo te quedan cuatro ramillas que casi no las veo desde mi altura. Estás desnudo y feo. Yo en cambio, conservo mis hojas verdes desde que nací, hace ya muchos, muchos años.
El pequeño almendro se sintió herido por tan despectivas palabras, pero no osó contestar al gigante que tenía por vecino.
Pasó el otoño, y al final del invierno dejó de helar. Los días poco apoco se hicieron más cálidos y el sol lució con más intensidad, y los árboles comenzaron un nuevo ciclo. En los campos, brotaron las primeras flores anunciando la cercana primavera.
-¡Ay, que invierno más frío he pasado! ¡Tengo mis ramas ateridas del frío y la humedad! El viento me ha azotado sin piedad y la nieve se posaba en mis ramas una y otra vez. ¡Creo que tengo varias ramas rotas!
El pino intentó mover y extender sus ramas, pero le crujieron desgarradoramente, y volvió a inclinarlas hacia abajo, con desaliento.
-¡Eh! ¿Qué es eso?- Preguntó el pino sorprendido mirando hacia abajo, donde sólo unos meses antes había visto un almendro pequeño y desnudo.
El árbol ahora lucía una silueta exuberante; aunque seguía siendo pequeño, junto al pino, ahora estaba cubierto de un manto de flores blancas y rosadas, y se divisaba desde varios kilómetros.
-¡Si es mi vecino el almendro! ¿Quién te ha puesto ese vestido tan vello?- le preguntó el pino.
-Me lo ha puesto la luna con sus rayos de plata, y el sol me dejó sus destellos dorados. La madrugada me dejó miles de gotas de rocío. El viento me trajo de la sierra, aromas de jara tomillo y romero. Ahora miles de insectos vienen a libar el néctar de mis flores. Pronto la primavera me traerá un manto de hojas verdes y mis frutos crecerán llenos de vitalidad y dulzura, y cuando estén maduros, deleitarán a los más finos paladares...
El pino lo escuchaba atentamente, desde su altura.
.-Ya ves que ha pasado mi desnudez, y los pajarillos se posan en mis ramas, y me alegran el día con sus trinos melodiosos. ¡Me siento tan feliz, resguardado por tu enorme silueta! Me has quitado mucho frío, y el viento casi no me ha rozado. Y por eso te doy las gracias- Le contestó el almendro con gran sencillez, a pesar de su belleza resplandeciente.
El pino avergonzado, recordó el comentario despectivo que le hiciera tiempo atrás, y se sintió orgulloso de tan pequeño, vello- y durante meses inadvertido- vecino.
En el cruce de caminos, los caminantes seguían parándose a descansar, y admiraban al pino centenario y siempre verde, y al pequeño almendro. Cada uno brindaba al viajero lo mejor de sí mismo, sombra y frescura, y belleza y suaves aromas.

lunes, 11 de agosto de 2008

Las vacaciones de la maleta roja

Soy una maleta roja, ni muy grande ni muy pequeña, brillante, con ruedas, y varios bolsillos con sus cremalleras, para cerrarlos y que no se pierda nada, tengo dos asas, una para que me cojan y me levanten y otra para que tiren de mi, como la mamá que lleva a su hijo de la mano, en fin muy bonita y atractiva.
Un buen día me pusieron a la venta en un escaparate, y durante algunos días estuve impaciente por saber quién me iba a comprar, y ese día llegó.
Una mamá con sus dos hijos pasó caminando por la calle y de pronto el niño rubio vino corriendo hasta el escaparate.
- ¡Mira mamá que maleta más bonita!- Exclamó el niño poniendo las manitas en el cristal muy cerca de mi.
-Necesito una maleta para llevar mis cosas cuando vallamos de viaje a España, cómprame ésta que es muy bonita, anda por favor.- Le pidió a su mamá en un gesto de súplica.
La mamá con los niños entraron en la tienda, y el niño rubio que se llamaba Alan se fue directamente a donde estaba la maleta y señalándola con el dedo dijo:
- ¡Qué bonita es, y como brilla!
-Está bien, te la compraré, pero tienes que ser responsable y no perderla cuando vallas de viaje, y la tienes que llevar tú, no vallas a decir que no puedes con ella y la tenga que llevar papá o yo.
El niño salto loco de contento alrededor de su madre y de su hermano que lo miraba desde el carrito sin comprender el porqué de la alegría que mostraba su hermano.
-¡Bravo, ya tengo mi maleta! Meteré dentro mi ropa, mis juguetes y mi cepillo de lavarme los dientes, y mira mamá en éste bolsillo pondré mis cuentos y mi álbum de colorear.- El niño siguió hablando y hablando, mientras la dependienta envolvía la maleta en una bolsa grande, pero él
quería llevarla, así que la sacaron de la bolsa, y el niño salió de la tienda tirando de su maleta que se deslizaba sobre sus ruedas, pero salió tan ligero que casi tropezó con una señora que pasaba con un carrito.
La maleta saltó en el suelo y en unos metros rodó de lado sobre una rueda solamente.
- ¡Socorro que me caigo, no corras tanto!- Gritó asustada la maleta- ¡ay madre mía! ¿Iré bien con éste niño o me estrellará en la primera curva?
Pronto llegaron a casa y el niño puso la maleta en el suelo y abrió todas las cremalleras y empezó a meter dentro lo primero que encontró, ropa, juguetes, cuentos.....
Su mamá le explicó que las cosas no se metían así en la maleta, que había que ponerlas sobre la cama, e ir colocándolas bien ordenadas dentro de la maleta. Así que el niño lo sacó todo y lo puso sobre la cama en pequeños montoncitos como su mamá le iba indicando. La maleta se sintió muy aliviada .
-¡Menos mal que me ha quitado las cosas de encima, ya me estaba asfixiando, éste niño se cree que soy un camión!
La mamá le ayudó a Alan a poner todas las cosas dentro de la maleta, muy bien ordenadas y después cerró las cremalleras y guardaron la maleta en un armario.
Casi todos los días el niño abría la puerta del armario y acariciaba la maleta, y ella se sentía muy halagada de que el niño la mimara.
Pasaron los días y llegó el día que tenían que viajar y muy temprano, el papá de Alan subió la maleta roja junto con otra azul muy grande en el maletero del coche y salieron rumbo al aeropuerto.
Cuando la bajaron del coche y la cogió Alan que estaba muy contento, entraron en una sala muy, muy grande, toda llena de gente y muchas maletas ¡algunas enormes! Y de todos los colores.
- ¿A donde vas? – Le preguntó a una maleta azul que iba a su lado y que llevaba una señora.
-Yo ya vengo de regreso, y estoy muy cansada, pero he visitado un país con mucha nieve y hacía mucho, mucho frío. ¿Y tú adonde vas?
-Todavía no lo se, pero es la primera vez que viajo y estoy un poco asustada –Le contestó la maleta roja. La maleta azul le dijo que no se preocupara, y que se lo pasara bien en su primer viaje.
Llegaron al mostrador y el niño puso la maleta sobre una mesa baja y la pesaron.
-¡Bravo me están pesando! Y ahora me ponen una pegatina, que bonita, es de colores. –La maleta lo miraba todo con mucho interés, después la empujaron y entró en una cinta que se movía, el niño le dijo adiós con la mano y ella desapareció tras una cortinilla de tiras, pasó por un túnel muy oscuro y de pronto se deslizó por un tobogán y fue a caer en un cajón enorme, encima de un montón de maletas.
-¡Socorro que me estrello, no empujes!- Gritaba la maleta en su caída vertiginosa, que la había hecho caer casi de cabeza. ¡No se estrelló pero ahora se asfixiaba! porque encima le cayeron, maletas grandes, pequeñas, medianas y de todos los colores imaginables. Todo estaba muy oscuro, pasó un rato que a la maleta, le pareció muy largo, muy largo, y con una vocecilla muy asustada preguntó:
--¿Dónde estoy? ¡No veo nada!
--¡Dónde vas a estar, en la panza de un avión! ¿No te han facturado en equipajes?—Contestó una maleta grande que estaba a su lado.
--Si, pero es la primera vez que viajo y estoy un poco asustada—Respondió la maleta roja.
--Ya te acostumbrarás, y verás como te gusta viajar. A mi me han tenido todo el año metida en el desván, en la oscuridad. ¡Hasta había un ratón que se paseaba encima de mí! Berrr que repelús me daba cuando lo sentía. ¡Pero pronto llegaremos a España! Y nos dará mucho sol, y estaremos en el campo o cerca del mar.—Dijo una maleta muy grande.
El avión empezó a moverse, y los motores hacían un ruido muy fuerte, muy fuerte, hasta que el avión levantó el morro y ¡Zas! Levantó el vuelo hacia el cielo y voló alto, alto.
Alan, iba con sus papás y su hermanito en el avión, y miraba por la ventanilla como pasaban las nubes, que parecían montañas de algodón. ¡Después miró hacia abajo, y vio el mar muy azul, y los barcos que se veían muy pequeños!
Luego vio las montañas, algunas tan altas que parecía que el avión las iba a tocar.
El piloto del avión dijo a todos los pasajeros, que tenían que ponerse los cinturones de seguridad. El niño su puso su cinturón y se quedó muy quietecito en su asiento, y el avión empezó a bajar, a bajar, hasta que aterrizó, en la pista del aeropuerto. Pusieron una escalera muy alta y todos los pasajeros fueron bajando.
Pero ... ¿Y la maleta... como estaba? ¡También estaba bajando del avión!
Abrieron una puerta en la panza del avión y....¡catapún! Todas las maletas cayeron en unos vagones que parecían un tren.
Las echaron en una cesta muy grande, muy grande, que parecía un embudo enorme, y fueron cayendo por un tobogán, hasta una cinta que iba girando en un circulo en una sala muy grande. Los pasajeros del avión estaban alrededor de la cinta e iban cogiendo las maletas, y la maleta roja escuchó una voz conocida.
--¡Mira mamá, mi maleta ya viene!
Era Alan, que también estaba esperando a coger su maleta. Cuando llegó a su altura, el niño la cogió del asa y tiró de ella hasta el suelo, y salieron todos del aeropuerto, Alan estaba tan contento que salió corriendo tirando de su maleta, y no vio el escalón. ¡Catapún, El niño y la maleta salieron rodando por el suelo!
--¡No, por favor, más golpes no, que ya tengo muchos chichones! Camina un poco más despacio, por favor
Alan cogió su maleta y ahora caminó más despacio al lado de sus papás y su hermano. Llegaron al aparcamiento donde les esperaba su abuelo con un coche muy bonito. Subieron al coche y las maletas las colocaron en el maletero y la maleta roja respiró contenta.
--¡Bravo, ya estoy de vacaciones en España! Ahora a descansar en una casa bonita.
Y así pasó la maleta roja sus primeras vacaciones. Y colorin colorado este cuento ha terminado.

Sueño de agua

Anoche tuve un sueño, un sueño muy especial. De pronto el tiempo se detuvo y giró vertiginosamente hacia atrás. ¿Un sueño o fue realidad?¡De pronto mis aguas se agitaron! Los molinos y la gran noria de la Albolafia, tantos años parados, se habían puesto en movimiento y en mis aguas resonó el ruido de sus engranajes. Mi caudal fue creciendo rápidamente, hasta alcanzar las antiguas orillas, que tanto tiempo hacía que mis aguas no bañaban.
Las barcas con sus velas desplegadas al viento, empezaron a moverse, sobre mi superficie plateada, donde se reflejaban los últimos rayos de la luna llena. ¡Y desde el alminar de la Gran Mezquita, me llegó la voz del almuédano, llamando a la oración de la mañana! También las campanas de las iglesias cristianas estaban repicando. ¡Y seguro que la Sinagoga también había abierto sus puertas!
No sé que pasó, pero no había duda, el tiempo se había detenido en la época califal. ¡Córdoba volvió a brillar con luz propia, cómo capital de Al- Ándalus! Las calles del zoco, se llenaron de gente y sentí aquellos sonidos que tan bien conocía, de los artesanos, los orfebres, el yunque de los herreros.,,
El puente romano se erguía sobre mí, y se miraba en el espejo de mis aguas, me miró, y muy alborozado me dijo.
--¡He, río grande! Alguien importante se acerca, porque siento un gran estruendo de voces y cascos de caballerías.
-¡Que me dices, yo no oigo nada! -Contesté tratando de captar algún sonido.
-¡Si ya los veo, allá en el horizonte! Es una Embajada del Reino Nazarí, veo su Estandarte a la cabeza de las tropas. Antes de que el sol se ponga por occidente, ya estarán en la ciudad. Anunció el puente, preparándose para recibir a tan altos dignatarios.
Horas después pude ver reflejados en mis aguas, centenares de soldados, con sus lanzas, escudos y cimitarras relucientes. El Embajador y su séquito, ataviados con ricas vestimentas, montados sobre caballos de pura raza árabe, bellamente enjaezados, fueron pasando por el puente y reflejándose en mis aguas. Cerraba la comitiva, los saltimbanquis, lanzadores de cuchillos, músicos y las bellas bailarinas, cubiertas con finas sedas de vivos colores, y danzando al son de los tambores y de hermosas melodías.
Aquella noche, habría una gran fiesta en las calles de la ciudad.En el embarcadero, los hombres se afanaban, llenando las bodegas de los barcos, con centenares de ánforas, llenas de buen vino y dorado aceite, que serían transportadas a otros países de oriente.
Así transcurrió el día, poco a poco, el sol se perdió en el horizonte, dejando en mis aguas, un bello atardecer, con tonos dorados y violetas. El puente y la ciudad, se iluminaron con cientos de antorchas encendidas, y las calles estaban llenas de gente, el palacio resplandecía y en el salón de embajadores, el sultán recibía al Embajador del reino de Granada.
Poco a poco, todo fue quedando en silencio. El firmamento estaba cuajado de brillantes estrellas, y la luna derramaba su luz plateada. Mis aguas discurrían apacibles y silenciosas por mi cauce entre alamedas y tarajes, solamente algunos murmullos percibía cerca de mis orillas.
Al llegar el alba, mi sueño se rompió. El puente recobró el ajetreo de los automóviles que circulaban veloces y se perdían en las calles de la ciudad, la noria y los molinos se quedaron silenciosos. Terminó mi sueño, porque solo fue eso, un bello sueño que se desvaneció, como mis aguas se desvanecen, en el gran océano.

jueves, 29 de mayo de 2008

Mis relatos

¡Hola amigos! Espero que os guste la página que acabo de crear para que podáis leer mis relatos.