Mis relatos medievales, leyenda y realidad.

Desde los picos calizos de la Subbética, a la fértil ribera del Guadalquivir, hay todo un mundo de leyendas, historias y recuerdos. Vivencias medievales, caballeros de capa y espada, bellas princesas y palacios encantados, mitad verdad, mitad fantasía. Yo te los iré contando, poco a poco, paso paso, como nació la cultura de ésta ciudad que fué y sigue siendo multicultural. Pronto tambien los podrás leer en italiano.

viernes, 29 de agosto de 2008

Nostalgia de río.

Algo está cambiando,mi cauce se está quedando seco. Cuando paso por el nacimiento de la Salina llevo tan poca agua, que el agua salada se adueña de mí y mis orillas se vuelven blancas y más saladas. Sólo algunos arroyos me alimentan con su escaso caudal.
Mi cauce se estrecha cada día más, y las alamedas, tarajes, fresnos y zarzales que crecían en mis orillas están desapareciendo. Ya casi no siento el bello canto del ruiseñor, ni el croar de las ranas en mis aguas estancadas.
Cuando llegaba el verano, retenían mis aguas formando presas con sacos llenos de arena, así mis aguas formaban profundos estanques que se combertían en baños. Desde lo alto de mis riberas los hombres se lanzaban de cabeza en mis aguas, entre risas y buena combivencia.
Al atardecer y a veces por la noche, al amparo de las sombras, me visitaban las bellas mocitas. Y sus cuerpos esbeltos como sirenas, se perdían en la tivieza de mis aguas saladas
Ahora muy pocos son los que se aventuran a darse un baño en mis escasas y tivias aguas.
Atrás quedaron los años que durante días y meses, caían fuertes aguaceros, y los arroyos llegaban hasta mí llenos y enfurecidos, descargando su preciado líquido en mis entrañas.
Amedida que iba bajando, me sentía más fuerte y más importante, la gente me cruzaba por las pasaderas, saltando de piedra en piedra, pero algunas veces iba tan lleno que las hacía desaparecer, con fuertes corrientes y grandes espumas, y los caminantes tenían que cruzarme a lomos de caballerías. Otras veces mis aguas se extendían por las tierras de labor, arrasándolas y reclamando a los campesinos lo que por naturaleza me pertenecía, ensanchando mis dominios, y buscando mi antiguo cauce.
Cuando pasaba por la Cubé, la Vega o las Angosturas, la gente se asomaba para contemplarme. Me respetaban y hasta sentían cierto temor si me cruzaban o caminaban cerca de mi cauce.
En el Puente San Juan me unía al río Guadajoz y juntos cruzábamos la campiña, regando sus fértiles tierras.
Cerca de Córdoba nos esperaba el Gran Río: ¡El Guadalquivir! El río de los andaluces, porque nace, discurre y muere en Andalucía. Al que más le han cantado, y el que más poemas tiene.
Nuestras aguas discurrían apacibles por la llanura, alborotadas sólo por los barcos que navegaban hasta Córdoba. En Sevilla un trozo de mar salía a recibirnos y fundidos en un abrazo llegábamos al Atlántico.
¡Ah! Qué tiempos aquellos. Ya sólo son recuerdos y añoranzas. ¿Volveré a ser como antes? ¿volveré a renacer y a llenar con aguas claras mi cauce de orilla a orilla?
Todo es posible, ya que a lo largo de mi historia, he vivido etapas muy distintas, aunque -de momento- mi destino lo veo bastante incierto.

lunes, 25 de agosto de 2008

El mantel de Noche Buena

-¡Menos mal que salí del cajón! ¿Ya ha pasado un año? Pues sí, ya ha pasado un año, y por lo menos no se me ha hecho tan largo. Pero es que me guardaron con mucho mimo. Recuerdo que después de plancharme me pusieron en el fondo de un cajón, con mis compañeras las servilletas, y encima hasta me rociaron con algunas florecillas olorosas. Así he pasado éste tiempo.
Y por fin ha llegado la noche más entrañable de todo el año. ¡La Noche Buena! La noche de la alegría, la cena con los amigos, con la familia, y la noche que se pone sobre la mesa los mejores manjares, con los mejores manteles, la mejor vajilla, cubertería ect. ect....
Ya tengo sobre mí la vajilla, la cristalería y los cubiertos, todos limpios y relucientes. En el centro tengo un bonito ramo de flores, y dos botellas de vino. Seguro que con éstas últimas boy a tener alguna discusión, porque siempre son las que dan algún problema. También tengo varias bandejas pequeñas, con sabrosos aperitivos.
Ya siento una gran algarabía a mi alrededor. Ésta noche hay mucha gente y las sillas ya empiezan a llenarse de.... ¡Niños! ¡Ho no! Y veo a cuatro nada menos. Pronto empezarán a limpiarse sus pequeñas manos, en mis orillas y derramarán alguna bebida sobre mí, entonces mis bordados se verán sucios. ¡Que desastre! Bueno.... esperemos haber que pasa. Creo que de momento, me estoy alarmando sin motivos....
Algunas de mis compañeras, como las copas ya están tiritando, pues las acaban de llenar de vino muy frío. ¡Ja,ja, ja! A dos de ellas les han dado un golpe tan fuerte, con un brindis, que casi les hacen saltar en añicos. ¡Se les han saltado hasta las lagrimas!
¡Hummm! ¡Que aroma tan exquisito está llegando hasta mí! ¡Caray que me estoy quemando con la bandeja del asado! ¡Señora un poco de cuidado!
Bueno los niños se están portando divinamente. Son educados, respetuosos. Todavía no me han manchado y hasta dejan los cubiertos dentro del plato. Las copas las cogen con cuidado y todo va bien . Por fin llegan los postres sin ninguna desgracia.
Después de una pausa me han quitado un gran peso de encima. Ahora llega el café y me gusta escuchar el tintineo de las tacitas en los platillos. El aroma del café es delicioso....¡Ya tengo aquí el cava! El es dorado, burbujeante, aromático y ....¡plaff!
¡Lo sabía! Sabia yo que esto tenía que pasar: me acaban de bañar con cava. ¿Se ha derramado una copa o ha sido una botella entera?... Bueno, esperemos que sirva para que todo valla bien el próximo año y todos lo pasen estupendamente.
¡Felices fiestas!

martes, 12 de agosto de 2008

Sorpresa de primavera

Había una vez, en un cruce de caminos, un pino centenario de alta copa y grandes y frondosas ramas. Los caminantes que pasaban por el lugar solían pararse a descansar bajo sus ramas, sobre todo cuando hacía calor, buscando el fresco en la enorme sombra que proporcionaba.
A su lado había nacido un almendro, que pronto empezaría a dar sus primeros frutos. Durante el verano creció mucho, sus ramas se hicieron grandes y su copa bastante alta.
Pronto llegó el otoño, y muchos árboles perdieron sus hojas, entre ellos el almendro.
-¡Mira cómo te estás quedando! – Le dijo el pino al almendro con aire altivo y lleno de orgullo- Has perdido tus hojas verdes y solo te quedan cuatro ramillas que casi no las veo desde mi altura. Estás desnudo y feo. Yo en cambio, conservo mis hojas verdes desde que nací, hace ya muchos, muchos años.
El pequeño almendro se sintió herido por tan despectivas palabras, pero no osó contestar al gigante que tenía por vecino.
Pasó el otoño, y al final del invierno dejó de helar. Los días poco apoco se hicieron más cálidos y el sol lució con más intensidad, y los árboles comenzaron un nuevo ciclo. En los campos, brotaron las primeras flores anunciando la cercana primavera.
-¡Ay, que invierno más frío he pasado! ¡Tengo mis ramas ateridas del frío y la humedad! El viento me ha azotado sin piedad y la nieve se posaba en mis ramas una y otra vez. ¡Creo que tengo varias ramas rotas!
El pino intentó mover y extender sus ramas, pero le crujieron desgarradoramente, y volvió a inclinarlas hacia abajo, con desaliento.
-¡Eh! ¿Qué es eso?- Preguntó el pino sorprendido mirando hacia abajo, donde sólo unos meses antes había visto un almendro pequeño y desnudo.
El árbol ahora lucía una silueta exuberante; aunque seguía siendo pequeño, junto al pino, ahora estaba cubierto de un manto de flores blancas y rosadas, y se divisaba desde varios kilómetros.
-¡Si es mi vecino el almendro! ¿Quién te ha puesto ese vestido tan vello?- le preguntó el pino.
-Me lo ha puesto la luna con sus rayos de plata, y el sol me dejó sus destellos dorados. La madrugada me dejó miles de gotas de rocío. El viento me trajo de la sierra, aromas de jara tomillo y romero. Ahora miles de insectos vienen a libar el néctar de mis flores. Pronto la primavera me traerá un manto de hojas verdes y mis frutos crecerán llenos de vitalidad y dulzura, y cuando estén maduros, deleitarán a los más finos paladares...
El pino lo escuchaba atentamente, desde su altura.
.-Ya ves que ha pasado mi desnudez, y los pajarillos se posan en mis ramas, y me alegran el día con sus trinos melodiosos. ¡Me siento tan feliz, resguardado por tu enorme silueta! Me has quitado mucho frío, y el viento casi no me ha rozado. Y por eso te doy las gracias- Le contestó el almendro con gran sencillez, a pesar de su belleza resplandeciente.
El pino avergonzado, recordó el comentario despectivo que le hiciera tiempo atrás, y se sintió orgulloso de tan pequeño, vello- y durante meses inadvertido- vecino.
En el cruce de caminos, los caminantes seguían parándose a descansar, y admiraban al pino centenario y siempre verde, y al pequeño almendro. Cada uno brindaba al viajero lo mejor de sí mismo, sombra y frescura, y belleza y suaves aromas.

lunes, 11 de agosto de 2008

Las vacaciones de la maleta roja

Soy una maleta roja, ni muy grande ni muy pequeña, brillante, con ruedas, y varios bolsillos con sus cremalleras, para cerrarlos y que no se pierda nada, tengo dos asas, una para que me cojan y me levanten y otra para que tiren de mi, como la mamá que lleva a su hijo de la mano, en fin muy bonita y atractiva.
Un buen día me pusieron a la venta en un escaparate, y durante algunos días estuve impaciente por saber quién me iba a comprar, y ese día llegó.
Una mamá con sus dos hijos pasó caminando por la calle y de pronto el niño rubio vino corriendo hasta el escaparate.
- ¡Mira mamá que maleta más bonita!- Exclamó el niño poniendo las manitas en el cristal muy cerca de mi.
-Necesito una maleta para llevar mis cosas cuando vallamos de viaje a España, cómprame ésta que es muy bonita, anda por favor.- Le pidió a su mamá en un gesto de súplica.
La mamá con los niños entraron en la tienda, y el niño rubio que se llamaba Alan se fue directamente a donde estaba la maleta y señalándola con el dedo dijo:
- ¡Qué bonita es, y como brilla!
-Está bien, te la compraré, pero tienes que ser responsable y no perderla cuando vallas de viaje, y la tienes que llevar tú, no vallas a decir que no puedes con ella y la tenga que llevar papá o yo.
El niño salto loco de contento alrededor de su madre y de su hermano que lo miraba desde el carrito sin comprender el porqué de la alegría que mostraba su hermano.
-¡Bravo, ya tengo mi maleta! Meteré dentro mi ropa, mis juguetes y mi cepillo de lavarme los dientes, y mira mamá en éste bolsillo pondré mis cuentos y mi álbum de colorear.- El niño siguió hablando y hablando, mientras la dependienta envolvía la maleta en una bolsa grande, pero él
quería llevarla, así que la sacaron de la bolsa, y el niño salió de la tienda tirando de su maleta que se deslizaba sobre sus ruedas, pero salió tan ligero que casi tropezó con una señora que pasaba con un carrito.
La maleta saltó en el suelo y en unos metros rodó de lado sobre una rueda solamente.
- ¡Socorro que me caigo, no corras tanto!- Gritó asustada la maleta- ¡ay madre mía! ¿Iré bien con éste niño o me estrellará en la primera curva?
Pronto llegaron a casa y el niño puso la maleta en el suelo y abrió todas las cremalleras y empezó a meter dentro lo primero que encontró, ropa, juguetes, cuentos.....
Su mamá le explicó que las cosas no se metían así en la maleta, que había que ponerlas sobre la cama, e ir colocándolas bien ordenadas dentro de la maleta. Así que el niño lo sacó todo y lo puso sobre la cama en pequeños montoncitos como su mamá le iba indicando. La maleta se sintió muy aliviada .
-¡Menos mal que me ha quitado las cosas de encima, ya me estaba asfixiando, éste niño se cree que soy un camión!
La mamá le ayudó a Alan a poner todas las cosas dentro de la maleta, muy bien ordenadas y después cerró las cremalleras y guardaron la maleta en un armario.
Casi todos los días el niño abría la puerta del armario y acariciaba la maleta, y ella se sentía muy halagada de que el niño la mimara.
Pasaron los días y llegó el día que tenían que viajar y muy temprano, el papá de Alan subió la maleta roja junto con otra azul muy grande en el maletero del coche y salieron rumbo al aeropuerto.
Cuando la bajaron del coche y la cogió Alan que estaba muy contento, entraron en una sala muy, muy grande, toda llena de gente y muchas maletas ¡algunas enormes! Y de todos los colores.
- ¿A donde vas? – Le preguntó a una maleta azul que iba a su lado y que llevaba una señora.
-Yo ya vengo de regreso, y estoy muy cansada, pero he visitado un país con mucha nieve y hacía mucho, mucho frío. ¿Y tú adonde vas?
-Todavía no lo se, pero es la primera vez que viajo y estoy un poco asustada –Le contestó la maleta roja. La maleta azul le dijo que no se preocupara, y que se lo pasara bien en su primer viaje.
Llegaron al mostrador y el niño puso la maleta sobre una mesa baja y la pesaron.
-¡Bravo me están pesando! Y ahora me ponen una pegatina, que bonita, es de colores. –La maleta lo miraba todo con mucho interés, después la empujaron y entró en una cinta que se movía, el niño le dijo adiós con la mano y ella desapareció tras una cortinilla de tiras, pasó por un túnel muy oscuro y de pronto se deslizó por un tobogán y fue a caer en un cajón enorme, encima de un montón de maletas.
-¡Socorro que me estrello, no empujes!- Gritaba la maleta en su caída vertiginosa, que la había hecho caer casi de cabeza. ¡No se estrelló pero ahora se asfixiaba! porque encima le cayeron, maletas grandes, pequeñas, medianas y de todos los colores imaginables. Todo estaba muy oscuro, pasó un rato que a la maleta, le pareció muy largo, muy largo, y con una vocecilla muy asustada preguntó:
--¿Dónde estoy? ¡No veo nada!
--¡Dónde vas a estar, en la panza de un avión! ¿No te han facturado en equipajes?—Contestó una maleta grande que estaba a su lado.
--Si, pero es la primera vez que viajo y estoy un poco asustada—Respondió la maleta roja.
--Ya te acostumbrarás, y verás como te gusta viajar. A mi me han tenido todo el año metida en el desván, en la oscuridad. ¡Hasta había un ratón que se paseaba encima de mí! Berrr que repelús me daba cuando lo sentía. ¡Pero pronto llegaremos a España! Y nos dará mucho sol, y estaremos en el campo o cerca del mar.—Dijo una maleta muy grande.
El avión empezó a moverse, y los motores hacían un ruido muy fuerte, muy fuerte, hasta que el avión levantó el morro y ¡Zas! Levantó el vuelo hacia el cielo y voló alto, alto.
Alan, iba con sus papás y su hermanito en el avión, y miraba por la ventanilla como pasaban las nubes, que parecían montañas de algodón. ¡Después miró hacia abajo, y vio el mar muy azul, y los barcos que se veían muy pequeños!
Luego vio las montañas, algunas tan altas que parecía que el avión las iba a tocar.
El piloto del avión dijo a todos los pasajeros, que tenían que ponerse los cinturones de seguridad. El niño su puso su cinturón y se quedó muy quietecito en su asiento, y el avión empezó a bajar, a bajar, hasta que aterrizó, en la pista del aeropuerto. Pusieron una escalera muy alta y todos los pasajeros fueron bajando.
Pero ... ¿Y la maleta... como estaba? ¡También estaba bajando del avión!
Abrieron una puerta en la panza del avión y....¡catapún! Todas las maletas cayeron en unos vagones que parecían un tren.
Las echaron en una cesta muy grande, muy grande, que parecía un embudo enorme, y fueron cayendo por un tobogán, hasta una cinta que iba girando en un circulo en una sala muy grande. Los pasajeros del avión estaban alrededor de la cinta e iban cogiendo las maletas, y la maleta roja escuchó una voz conocida.
--¡Mira mamá, mi maleta ya viene!
Era Alan, que también estaba esperando a coger su maleta. Cuando llegó a su altura, el niño la cogió del asa y tiró de ella hasta el suelo, y salieron todos del aeropuerto, Alan estaba tan contento que salió corriendo tirando de su maleta, y no vio el escalón. ¡Catapún, El niño y la maleta salieron rodando por el suelo!
--¡No, por favor, más golpes no, que ya tengo muchos chichones! Camina un poco más despacio, por favor
Alan cogió su maleta y ahora caminó más despacio al lado de sus papás y su hermano. Llegaron al aparcamiento donde les esperaba su abuelo con un coche muy bonito. Subieron al coche y las maletas las colocaron en el maletero y la maleta roja respiró contenta.
--¡Bravo, ya estoy de vacaciones en España! Ahora a descansar en una casa bonita.
Y así pasó la maleta roja sus primeras vacaciones. Y colorin colorado este cuento ha terminado.

Sueño de agua

Anoche tuve un sueño, un sueño muy especial. De pronto el tiempo se detuvo y giró vertiginosamente hacia atrás. ¿Un sueño o fue realidad?¡De pronto mis aguas se agitaron! Los molinos y la gran noria de la Albolafia, tantos años parados, se habían puesto en movimiento y en mis aguas resonó el ruido de sus engranajes. Mi caudal fue creciendo rápidamente, hasta alcanzar las antiguas orillas, que tanto tiempo hacía que mis aguas no bañaban.
Las barcas con sus velas desplegadas al viento, empezaron a moverse, sobre mi superficie plateada, donde se reflejaban los últimos rayos de la luna llena. ¡Y desde el alminar de la Gran Mezquita, me llegó la voz del almuédano, llamando a la oración de la mañana! También las campanas de las iglesias cristianas estaban repicando. ¡Y seguro que la Sinagoga también había abierto sus puertas!
No sé que pasó, pero no había duda, el tiempo se había detenido en la época califal. ¡Córdoba volvió a brillar con luz propia, cómo capital de Al- Ándalus! Las calles del zoco, se llenaron de gente y sentí aquellos sonidos que tan bien conocía, de los artesanos, los orfebres, el yunque de los herreros.,,
El puente romano se erguía sobre mí, y se miraba en el espejo de mis aguas, me miró, y muy alborozado me dijo.
--¡He, río grande! Alguien importante se acerca, porque siento un gran estruendo de voces y cascos de caballerías.
-¡Que me dices, yo no oigo nada! -Contesté tratando de captar algún sonido.
-¡Si ya los veo, allá en el horizonte! Es una Embajada del Reino Nazarí, veo su Estandarte a la cabeza de las tropas. Antes de que el sol se ponga por occidente, ya estarán en la ciudad. Anunció el puente, preparándose para recibir a tan altos dignatarios.
Horas después pude ver reflejados en mis aguas, centenares de soldados, con sus lanzas, escudos y cimitarras relucientes. El Embajador y su séquito, ataviados con ricas vestimentas, montados sobre caballos de pura raza árabe, bellamente enjaezados, fueron pasando por el puente y reflejándose en mis aguas. Cerraba la comitiva, los saltimbanquis, lanzadores de cuchillos, músicos y las bellas bailarinas, cubiertas con finas sedas de vivos colores, y danzando al son de los tambores y de hermosas melodías.
Aquella noche, habría una gran fiesta en las calles de la ciudad.En el embarcadero, los hombres se afanaban, llenando las bodegas de los barcos, con centenares de ánforas, llenas de buen vino y dorado aceite, que serían transportadas a otros países de oriente.
Así transcurrió el día, poco a poco, el sol se perdió en el horizonte, dejando en mis aguas, un bello atardecer, con tonos dorados y violetas. El puente y la ciudad, se iluminaron con cientos de antorchas encendidas, y las calles estaban llenas de gente, el palacio resplandecía y en el salón de embajadores, el sultán recibía al Embajador del reino de Granada.
Poco a poco, todo fue quedando en silencio. El firmamento estaba cuajado de brillantes estrellas, y la luna derramaba su luz plateada. Mis aguas discurrían apacibles y silenciosas por mi cauce entre alamedas y tarajes, solamente algunos murmullos percibía cerca de mis orillas.
Al llegar el alba, mi sueño se rompió. El puente recobró el ajetreo de los automóviles que circulaban veloces y se perdían en las calles de la ciudad, la noria y los molinos se quedaron silenciosos. Terminó mi sueño, porque solo fue eso, un bello sueño que se desvaneció, como mis aguas se desvanecen, en el gran océano.